La Poesía de Ernesto Cardenal

 

        Sigo leyendo, y más en estos días de convalecencia, la Poesía Completa de Ernesto Cardenal. Conocía solo parte de ella, como los Salmos o los poemas del Telescopio en la noche oscura. Pero, la verdad, desconocía mucho del resto de las 1.228 páginas, sobre todo del Cántico cósmico, que es el fulcro de la obra cardenalicia. Ubérrima, no pocas veces repetitiva, entre la prosa cortada y la vehemente retórica, pero siempre cotidiana, verdadera y a la vez pungente, me gusta más cuando es más universal, menos partidista, menos elogiadora de la Revolución cubana o nicaragüense -las dos, fracasadas-, aunque siempre admirable cuando de las víctimas de cualquier opresión se trata.

El intento de cantar la tradición cristiana, incluida la fraternidad universal y la resurrección de los muertos, dentro del canto a la creación, expandida de continuo y explicada líricamente por los científicos de nuestro tiempo,  me parece único en la historia de la literatura, y es, en cada poema, además de una sorpresa, una alegre y sabia profesión de fe.