Tuve ayer la paciencia de escuchar a la ministra portavoz y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tras el inicio de la llamada mesa de negociación entre el Gobierno autónomo, ahora independentista, de Cataluña y el Gobierno de la Nación, y después de que el presidente inhabilitado Torra hubiera hecho añicos el resultado del primer encuentro. Y ¡qué montaje el de la ministra Montero! Qué verborrea vacua y embaucadora, horra de cualquier argumento serio. Qué sarta de fraudes de vocabulario, de engaños políticos repetidos, de burdas mentiras (como el carácter del protocolo y de la sala de la rueda de prensa), de hipócritas ocultamientos del chantaje que es esa mesa en sí, de cansinos e inaguantables sofismas para defender la inconstitucionalidad de la dispar sentada y de lo que allí se va a tratar, de retorcimientos de la realidad histórica y política de estos últimos diez años (¿también los dos últimos de Zapatero?). Qué farfulla, qué desparpajo, qué decideras, qué pico, qué parolina, qué bachillería, qué desate, qué faramalla, que trápala, qué broza, que tarabilla, que garrulidad, qué guirigay, qué monserga, qué filatería… tan vanos, tan forzados, tan sobreactuantes, tan demagógicos, tan falsos, tan cobardes…