Vías de inmigración (I)

El doctor en biología y catedrático en la universidad de Salamanca, José Ramón Alonso, ganó, el año pasado, el premio Enrique Ferrán de la revista El Ciervo, con el artículo La puerta dorada. En ese trabajo recuerda que todos somos hijos de migrantes. Él mismo está convencido de que en su sangre hay rastros de un legionario romano, de algún árabe y hasta de un vikingo, cuando no, quién sabe, de griegos, africanos, eslavos, libaneses, alemanes, ingleses, fenicios…  Pone el ejemplo de los Estados Unidos de América, el país que lidera el mundo, que ha sabido integrar a migrantes de todo el mundo. Muchos siglos antes, la civilización -la escritura, el arado, las barcas de vela, las matemáticas, la astronomía-, nació en Mesopotamia, país entre ríos, sin defensas naturales, cruce de pueblos e imperios. Europa , en su mejor vesión, ha sido territorio de encuentro, acogida y futuro. Hace poco, con Ángela Merkel al frente, Alemania dio ejemplo al mundo. Y él mismo, que vivió en ese país como investigador joven en un hospital, encontró la ayuda y la solidaridad de un grupo de gallegos que trabajaban allí desde los años sesenta…

Finalmente, pone como ejemplos de migrantes famososo a Einstein; al domador de la penicilina, Boris Chain; a políticos norteamericados famosos, como Madeleine Albright o Arnold Schwarzengger. Y recuerda el poema que lleva grabado en bronce la estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York:

Dame tus cansados, tus pobres, tus masas amontonadas que anhelan respirar libres, a los desprecidos de tus cogestionadas costas. Enviadme a estos, los desposeidos, basura de la  tempestad. ¡Levanto esta lámpara junto a la puerta dorada!