Un estado de alarma causado por una pandemia como ésta es un espacio y un tiempo que ni pintados para todo tipo de falsedades, mentiras, engaños, trampas, trampantojos y otras nequicias. Lo triste es ver a políticos, profesionales prestigiososo, periodistas o escritores caer en las mismas miserias. Es el caso del buen escritor y pensador original a veces, que es Juan Manuel de Prada, en su último artículo escrito en ES, el semanario más leído en España. Las exageraciones, las hipérboles, las sinécdoques (la parte por el todo, el todo por la parte), son ingredientes desde hace muchos siglos de la más castiza sofistería, pero las palabras insultantes o menospreciadoras están fuera de cualquier admisible controversia. Para empezar, el estado de alarma es para Prada un golpe de Estado perpetrado por la patulea que nos gobierna. Luego vienen las sinécdoques (para ser suave) de afirmar que se ha suprimido de un plumazo el control parlamentario o despojado de competencias y de medios a las instituciones locales y regionales, mientras la vida económica ha convertido a los medios de comunicación en zombis sin publicidad, cada vez más permeables y mollares a las consignas gubernativas. Todo lo cual constituye un opíparo cimiento para la tirania política.
Pero, además de un golpe de Estado, el Estado Leviatán, fiscalizador despótico, ha dado un golpe más amedrentador todavía, que es el golpe de de estado antropológico anunciado en el título del trabajo -pero sin interrogantes en el original-, capaz de es fiscalizar, regular y estabular nuestras emociones y pensamientos, y nuestra propia alma, convirtiendo al pueblo español en un rebaño egoísta y desalmado; a sus gobernantes en un estado policíaco monstruoso, y eclipsando a la Iglesia, ya solo un jarrón chino que a nadie importa, reponsables todos juntos de que los enfermos de coronavirus mueran en soledad, aislados de sus familiares, sin consuelo espiritual alguno, entregados a la tierra o al fuego, como si fuesen muebles desencolados.
Para terminar con la invocación paulina Maran Athá (el Señor viene), no se sabe si en esta ocasión con claro propósito apocalíptico para acabar con tamaña abominación como la que estamos viviendo.
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