«¿Algún estadista libre?»

 

     El director de la benemérita revista El Ciervo, el siempre ponderado y comedido Jaume Boix, titulaba así uno de sus editoriales del año pasado. Repasaba algunas de las primeras magistraturas del mundo y aterrizaba luego en nuestro país. Repetía con respeto los nombres de los líderes de nuestra Transición, junto al rey Juan Carlos, y se preguntaba: ¿Cuál de los actuales dirigentes, del Rey abajo, resiste una comparación con ellos? (…) Hay una alarmante falta de rigor histórico y una incuria intelectual y política en esa moda creciente de querer acabar con lo que llaman despectivamente el «régimen del 78». Una moda a la que se apuntan partidarios de la España roja, de la España rota, de la antes roja que rota, de la una, grande y libre (libre de rojos, rotos, inmigrantes, elegetebíes, faranduleros, vicetiples y demás chusmas de mal vivir).

Se preguntaba igualmente dónde  están los estadistas capaces de reconducir el desatino de los que abogan por finiquitar el régimen por el que España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, diseñado en nuestra Constitución, y  qué es, tras 40 años de éxito, lo que les molesta de ese Estado ¿Por social? ¿Por de derecho? ¿Por monárquico, cuando todos proclaman como ejemplares los países monárquicos europeos?

Para terminar preguntándose de nuevo: ¿Dónde están los estadistas? Si conocen alguno, avísenlo, que  tendrá mucho trabajo y bueno por hacer. O también podemos buscarlos fuera, porque, como cuentan muy bien este número los artículos del premio El Ciervo-Enrique Ferrán, vamos a necesitar cada vez más y mejores inmigrantes. Pues que entren ya.