Creo que Jesús Miguel Zamora, hermano de la Salle y secrertario general de CONFER, contesta de manera sencillay precisa a esta exigente y tremenda pregunta:
A Dios no se le puede manipular burdamente, como si fuera automático que, por rezar con mucha fe, nos respondiera a nosotros disminuyendo la pandemia. Dios se convertiría en un «títere» a merced de nuestros caprichos, pues lo que hoy es una necesidad, mañana podría ser un antojo. Y, si no nos lo concede, «nos enfadamos» con él. No, no puede ser ese el Dios en quien creo.
Y tras sostener, con la mejor teología, que Dios nos ha dejado toda la libertad en nuestra vida, que respeta absolutamente, vuelve sobre la pregunta:
Rezo y traigo a mi recuerdo a quienes sufren y mueren, a quienes pasan por una situación angustiosa de trabajo o pérdida de tranquilidad ante el futuro. Y le digo a Dios «que no se olvide de ellos». ¡Valiente pretensión!, pienso, porque ¿cómo Dios va a olvidarse de ellos? Pero el recordarlos en un momento de oración me hace más solidario, más pequeño, me une más a ellos. Y eso no me tranquiliza con solo pensarlo, sino que estimula mi capacidad de verme hermano de ellos, aunque ¡no pueda hacer nada por devolverles la vida o la salud! Pero no es un gesto inútil, si es frtaterno.