Pequeño Marlaska

 

       Aunque fuera verdad una parte de la autodefensa del ministro del Interior en el Congreso -se trataría solo de una remodelación de la jefatura del Cuerpo de a Guardia Civil-, seguiría siendo verdad que se trata de una purga, por habitual que pueda ser. ¡Una purga en medio de la pandemia! Una purga que se lleva por delante otros dos altísimos cargos de la guardia civil. Coincidiendo con el acercamiento, pactos y carantoñas del Gobierno social-podemita con dos partidos independenistas, BILDU y ERC, contra los que luchó bravamente desde la ley y la disciplina el general destituido (¡NO CESADO, paletos!), partidos que hoy celebran por todo lo alto la destitución. como un regalo muchas veces deseado y solicitado. Acompañado el disparate con la extracción de la manga, en el último instante, del aumento de la retribución de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, aprobado en su día por el Gobierno de Rajoy: lo cual suena, sobre todo a los guardias civiles, de verdadero soborno, como ellos mismos no hacen más que repetir.

Además, el ministro, acosado, nervioso, acorralado, nos quiere hacer creer que no ha leído siquiera el informe de la guardia civil destinado a la juez que lleva el caso de la responsabilidad del Gobierno por permitir las manifestaciones del 8 y 9 de marzo pasado, informe que el general destituido no quiso (porque no debía) entregar al ministro, motivo principal, según muchos, de la destitución. ¡Y que el Gobierno ha ido filtrando a sus medios afines!

Aquel Fernando Grande Marlaska, bilbaíno por más señas, juez benemérito en Bilbao y en la Audiencia Nacional en los años de plomo etarra, al que hasta el PP  en  el Senado aupó para formar parte del Consejo General del Poder Judicial, parecía y aparecía hoy mucho más  pequeño: Fernando Pequeño Marlaska.