El autor De animales a dioses, a quien debe no poco este este cuaderno de bitácora, sabe bien las pocas cosas que ha producido en nuestro mundo el Homo sapiens –a punto de convertirse en un dios-, de las que podemos sentirnos orgullosos: dominio de nuestro entorno, producción de alimentos, construcción de ciudades, imperios, redes comerciales… En nuestro debe señala todo lo que no ha mejorado el bienestar de los sapiens y todo lo que causó la desgracia de los animales. En las últimas décadas nos apunta el mérito de haber ido reduciendo el hambre, la peste y la guerra, pero nos reprocha el deterioro de los animales, más rápido que nunca y la mejora en la suerte de la humanidad, demasiado reciente y frágil para poder estar seguro.
Y en la última página de este su segundo gran libro, añade: Además, (…) seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Hemos avanzado desde las canoas a los galeones, a los buques de vapor y a las lanzaderas espaciales, pero nadie sabe a dónde vamos. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor todavía, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca. Dioses hechos a sí mismos, con solo las leyes de la física para acompañarnos, no hemos de dar explicaciones a nadie. En consecuencia, causamos estragos a nuestros socios animales y al ecosistema que nos rodea, buscando poco más que nuestra propia comodidad y diversión, pero sin encontrar nunca satisfacción.
¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?