USA: No era para tanto

 

           Resulta que la mayor democracia del mundo (después de la India); que la ejemplar democracia de los Lincoln, Washington, Roosewelt… no era, no es para tanto. La hemos visto visto al desnudo durante estos cuatro años, y la hemos visto en las últimas horas. ¿Dónde está aquel We, the people, de su modélica Constitución? Es un pueblo (por decir algo) dividido, fragmentado, desgarrado hasta el extremo, como cualquier otro, y hasta más que cualquier otro: por clases, por razas, por orígenes, lengua, religión, lugar de vivienda, trabajo… Un pueblo, con más de un 35% de abstención electoral, de la que apenas se habla, por ser un fenómeno habitual, menos abultado esta vez. Un pueblo, capaz de votar como presidente de la Nación a una especie de payaso, de transgresor y de furioso, y de intentarlo de nuevo con todas las veras de su demagogia y de su estruendo.

Por lo demás, su método de elección no es modelo de nada. Si ya no estamos en los tiempos en que no se reconocían aún los derechos de los afroamericanos descendientes de los esclavos, estos y otras minorías tienen que vérselas con una serie de barrers en el mismo sistema electoral: dificultades para la inscripción en el censo, dificultades para el voto por correo, complejidas de la papeleta de voto, y no hablemos del diseño, desdde el poder, de la circunscripción o distrito electoral para burlar al adversario político: el famoso gerrymandering. Pareciera, además, que estamos en el siglo XVIII, para seguir votando un martes, con tiempo para hacerlo desde el domingo, y poder contar las papeletas el resto de los días de la semana…, según los Estados y las ciudades de donde se parte. Por medio de delegados para cumnplir la ficción del poder de los Estados. Y con una composición del Senado, tan injusta cono desigual, donde un Estado con 40 millones de electores tiene dos senadores, los mismos que un Estado con menos de un millón de habitantes. Puestos a comparar, la Alemania, tan federal como USA, cuida mucho mejor la proporción. Los derechos de los individuos, de las personas, no son menores que los derechos de los Estados federados.

Aborrezco, como es natural, a Trump y al trumpismo, que ha desfigurado hasta la caricatura al Partido Republicano. Y tampoco siento especial adhesión a los señoritos demócratas de las dos costas, ricos, ilustrados, liberales, progresistas…, que miran por encima del hombro a la canalla del interior, aunque su mejor sentido de la historia y de la propia supervivencia les hace más sensibles a negros, hispanos y toda clase de pobres sobrevenidos.

(Cuando hablo en general, sé que estoy hablando en balde, pero para que se entienda).