El papa Francisco reflexiona ante el presidente Sánchez

 

             En verdad que me ha costado hacerme con el texto completo, que tanto dio que hablar, de la singular alocución del papa Francisco a la Delegación española, presidida por el presidente Pedro Sánchez, que le visitó en el Vaticano. Coinciden los vaticanistas o vaticanólogos en que aquello no tuvo nada de improvisado. Alguien muy enterado, y además muy sutil, debió de advertir al papa a tiempo, para que aquella visita no fuera una más: paseillo por las sublimes estancias vaticanas-coloquio secreto-regalos mutuos-foto de sonrisas. Alguien debió de prevenir a Francisco, que tampoco es ciego ni sordo, acerca de un país, llamado España, dividido más que nunca, fracturado incluso, dirigido por un Gobierno, de tradición anticlerical, que prescinde fácilmente de la Iglesia, cuando no le conviene cargar contra ella; que presume de dialogante y que dialoga solo con quien le interesa, y que ni se atreve a pronunciar, salvo excepciones, las palabras nación y patria; que habla solo de Estado, confundiéndolo con país

Y para hacer  pensar en todo esto, sin apuntar por supuesto a nadie, en un monólogo amable y paternal, sin homilía ni sermón, sin catequesis y menos apóstrofos retóricos, en solo nueve minutos habló el papa, sin un papel en la mano, más y mejor que un profesor de derecho constitucional; más y mejor que un buen lector humanista; más y mejor que un lejano amigo de España, que quisiera lo mejor para ella y para todos los países del mundo: La política, como una alta forma de caridad: Con la misión de hacer progresar el país, consolidar la nación y hacer crecer la patria. Y esto dicho, de una manera u otra, hasta tres o cuatro veces. Un lenguaje habitual para un argentino y para cualquier ciudadano de cualquier país del mundo. Menos para un progresista español. ¡Y los siete españoles, que estaban allí y le escuchaban, lo eran!

Difícil tarea en verdad la de ese hipotético político: Construir la patria con todos. Eso no es fácil. Construir la patria donde no nos es permitido el borrón y cuenta nueva. ¿Le habrían dicho al papa quizás que un politico, devoto suyo en varias ocasiones solemnes, que es el único que habla a veces en España de patria (como Estado plurinacional) y habla tambén del borrón y cuenta nueva? Y prosigue el pontífice: En una empresa es permitido, en la patria no, porque es algo que hemos recibido. Y tampoco nos es permitido irnos a refugiarnos allá en lo que fue hace cincuenta, cien años. Seguramente que el papa, como buen argentino, sabe también que en nuestro país a un populismo del borrón y cuenta nueva se le opone otro nostálgico de hace medio siglo.

Para el papa -¡y dale que te pego!-, lo más difícil del político es hacer crecer la patria (la nación querida y amada, pueblo consciente y unido, con proyecto de futuro), no solo el país, no solo el Estado, su organización jurídico-política, que parece ser la única aspiración de casi todos los políticos españoles. Y ahí vienen las ideologías, que sectarizan, que deconstruyen la patria. Y para eso nada mejor que citar el libro de un comunista italiano sobre el nacional-socialismo alemán: ¡máxima autoridad sobre un campo indiscutible! En fin, la política no como maniobra sino como servicio en las tres vertientes; país, nación, patria. Y una última evocación de un popular compositor bonaerense de tangos y milongas: ¡Se nos murió la patria! ¿Otra vez?

¿Quién podría pensar que el papa Francisco, siempre distante cuando le invitan a venir a España -«¡Que se arreglen primero entre ellos!»- se refiriera en esa visita, delante del presidente del Gobierno español, precisamente a España?