Esa carta del santo misionero navarro, patrono de las Misiones, escrita desde Cochín a sus compañeros residentes en Roma, el 15 de enero de 1544, es mi carta preferida de entre sus muchas cartas -su mejor biografía-, sobre todo en los días javerianos, como esta víspera de su muerte-fiesta, cuando me acuerdo tanto de mis viajes a Goa, al Japón y a Sancián, donde terminó su vida:
Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces como hombre que tiene perdido el juico, y principalmente a la Universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas… (…) Estuve casi movido de escribir a la Universidad de París, a lo menos a nuestro Maestre de Cornibus y al doctor Picardo, cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo…
Soy de los que tienen más letras que voluntad. Y con esa misma pereza y despreocupación recibo los continuos mensajes de misioneras y misioneros, de Agencias y Servicios de cooperación al desarrollo, de atención a refugiados, emigrantes, esclavos, perseguidos… El juicio no lo tenía perdido el Maestro Francisco de Javier, sino quienes no somos capaces de movernos ante voces como la suya y de sus sucesores hoy día.