Segundo Domingo de Adviento

 

Mc 1, 1-18 + (Mt 3, 1-12) + (Luc 3, 1-18) + (Jn 1, 26-28)

 

Juan, el Bautista

 

 Juan el Bautista (el inmersor) bautiza a lo largo del Jordán
y habita en el desierto de Judea:
lugar para un  judío de proximidad de Dios,
y también de apostasía y de castigo.
Va vestido con piel de camello
y una correa de cuero a la cintura.
Es un grave  y severo profeta de los últimos tiempos,
que llama al pueblo de Israel a arrepentirse,
a llevar una vida renovada,
recibiendo la promesa del perdón de los pecados
en el juicio inminente de Dios.

Él sabe, profeta escatológico, que el final está cerca.
No hay tiempo que perder.
Dios ya tiene el hacha puesta a la raíz del árbol estéril,
que será llevado al fuego como leña.
Él limpiará su era con el bieldo,
recogerá los granos en el hórreo
y arrojará la paja al fuego inextinguible.

Pero Juan espera también que sea enviado desde el cielo
alguien con más poder que él
para llevar a cabo su tarea lustradora:

¡Ahí viene el que es más fuerte que yo,
a quien no soy digno de desatar la sandalia
(oficio de esclavos no judíos).
Porque yo os bautizo en agua
(anticipo y prefigura)
pero él os bautizará con espíritu santo
(la efusión del espíritu de Dios sobre el pueblo devoto de Israel).