Cuando la Constitución de 1978 cumplió 25 años, el constitucionalista catalán José Antonio González Casanova escribía:
… es la única de verdad auténtica, porque cumple los requisitos que el derecho internacional moderno exige: que sea norma jurídica de aplicación directa; con supremacía sobre el resto del ordenamiento, reformable con procedimiento extraordinario, que confirma dicha superioridad; que garantice los derechos de los ciudadanos como únicos sujetos de la soberanía del Estado y del poder constituyente; que regule un sistema de poderes separados pero colaboradores; que sea elaborada en libertad; y esté vigente en todo el territorio. (…) … todas las demás fueron un trágala impuesto por una de las dos Españas (la conservadora y la progresiva) a la otra.