Mc , 9-11; Jn 3, 22-26 y 4, 1-2
Jesús fue, probablemente, durante algún tiempo,
discípulo de Juan el Bautista.
Y, un buen día,
fue bautizado por él en el río Jordán.
Jesús rompió así
con su oculta vida pasada;
se confesó miembro vivo
de un Israel pecador, apartado de Dios.
Y pasó a una vida nueva,
dedicada de lleno a la herenca religiosa
y al destino de Israel.
Por su parte, la Iglesia primitiva,
con el midrás de una luminosa teofanía
del Espíritu en forma de paloma,
que rasgó los cielos irrompibles,
impenetrables,
hizo ver al mundo
la singular persona de Jesús
y su misión excelsa, incomparable
con la de Juan el Bautista:
Él es el Hjo de Dios,
el único Hijo amado,
en el que Dios Padre se complace.