Buda y Cristo

 

         Tras el tercer Concilio budista (finales del siglo IV a. C.), la minoría, que mantenía que todo budista podía alcanzar la iluminación idéntica a la de Siddhartha Gautama (Buda, el Despierto), muerto c. 400. C., se separó de  la mayoría, que sostenía que la de Buda era única. Pero durante años no hubo cisma formal. Y los theravadin (los ancianos de la comunidad), igual que los monjes inclinados hacia el Mahayana  o Gran Vehículo (rama principal, movimiento y escritura budista) continuaron viviendo en los mismos monasterios. Los éxitos de Gautama se consideraban ahora excepcionales. No es que le considerasen un dios, ya que en la India un hombre iluminado es superior a los dioses, pero no se le concebía como un mero mortal. En el Canon Pali (antiguos  textos budistas en lengua pali), Buda se presenta como un hombre normal, pero a medida que el Mahayana evolucionó, fue adquiriendo atributos sobrehumanos. Se dijo que había sido concebido sin relaciones sexuales; que nació por el costado de su madre, a la altura del corazón; que vivió en estado de meditación constante, y que, cuando comía, dormía o hacía cualquier cosa, los demás percibían solo una ilusión. En tiempo antiguos, los nacimientos virginales eran algo común cuando se trataba de personajes excepcionales: Alejandro Magno o César Augusto gozaron del mismo privilegio.

Circulaban relatos de sus vidas anteriores como bodhisattva, que había hecho voto de alcanzar el nirvana. Se decía que en ellas Buda había sido un animal, un laico e incluso una mujer, y que su principal atributo fue la compasión, que a menudo le llevaba a padecer dolor para ayudar a los seres que sufrían. El Mahayana (sus textos ocuparían 150 volúmenes en inglés) insistió en que los budistas no deberían retirarse del mundo; en que Buda pidió a sus monjes que recorrieran un mundo de sufrimiento; que su muerte no fue más que un simulacro, y que estaba todavía presente ayudando a todos los seres dolientes afrontando el sufrimiento ineludible de la existencia. Y hacía hincapié en que, si vivió como asceta solitario y renunció  a la familia y a la sociedad en su búsqeda de la iluminación, también se pasó cuarenta años enseñando incansablemente a los demás cómo liberarse de su dolor.