A los pies del Ori (y II)

 

         Caminamos, con medio carretil cubierto por la nieve, hacia el puerto de Larrau, por lo menos hasta donde las hayas ascienden por las faldas del Ori. En un pequeño ventisquero en la parte sur del monte se deslizan varios individuos, que apenas distinguimos desde aqui, mientras otros se acercan a la carretera. Y de repente, a nuestra derecha se nos abre el panel natural completo de los Pirineos navarros y aragoneses vestidos de gran gala. Qué belleza  nívea. Qué revelación. Los mismos montes nevados que vimos hace poco desde cerca, vistos ahora en perspectiva sobre los valles salacencos y roncaleses, más acá y más allá del puerto de Lazar. El peñascón del Exkaurre  se nos hace hoy todavía más grande. Debajo de nosotros nacen las fuentes del Anduña, primer afluente del Salazar, y a lo largo de muchos kilómetrios a la redonda se agita mansamente todo un oleaje de hayedos y abetales aquende y allende los valle del Uztárroz, Mintxate y Belagua, entre los promontorios de Bullarneta, Burgi, Antxarreta, Sierra, Ikalterrea…, y bajo las cumbres blancas del Gaztarria, Otxogorrigañe o Lakartxela.

Pasa junto a nosotros una pareja hispanoamericana y el niño, mirando al cielo, dice no sé que de uve. ¡La uve de las grullas, que vuelven a pasar, del sur al norte! Durante lo que nos queda de paseo miramos más al cielo que al suelo, porque no dejan de pasar grullas, unas más altas, otras más bajas, con su inconfundible canto de trompetería, cro, cro. Las primeras han pasado sin detenerse hacia el noroeste, tal vez buscando la ruta del mar. Las siguientes se han detenido dando vueltas una y otra vez -¿dudas, discusiones, acomodos al viento, ritos?- sobre nosotros hasta que por fin han levantado aún más el vuelo y han tomado la misma ruta. Uno de los corros, tras girar y girar, han emprendido vuelto directo hacia Francia, por encima de los Pirineos.

Tenemos que dejar las grullas, el Ori, la nieve y los Pirineos. Nuestra próxima parada es mi querido pueblo de Itzalzu, que visité varias veces, primer municipio viniendo desde la frontera, de reducida superficie, apretado entre montes, cuya etimología -entre lugar de abetos y sombra– se disputan todavía los filólogos. El río Anduña lo divide en dos Barrios, el Alto y el Bajo, muy similares. Nació a la sombra del monasterio de San Salvador y San Miguel, que pronto dependió del de Leire, hasta que se independizó como entidad civil en el siglo XVI dentro del Valle de Salazar. En el siglo XIX devino ayuntamiento separado. De los 230 habitantes que tenía el año 2000, qudan solo 37. Las casas son grandes, enlucidas fuera de as esquinas y vanos,  de dos y cuatro aguas. Las explotaciones agro-ganaderas han desaparecido casi del todo y quedan unas pocas explotaciones de ganado ovino. En el Barrio Alto hay, al que se pasa por un puente de sillar y arco de medio punto, una casa del siglo XVI con ventanas geminadas de arco conopial y dintel sobre ménsulas. Las demás son de los siglos XVIII y XIX, algunas con el escudos del Valle. Cierra el Barrio Alto por el Oeste un regato, que ahora baja recio, con otro puente, Rekalde, que hace juego con el nombre del torrente. La iglesia, del siglo XVI, en el Barrio Bajo, lleva una beve torre cuadrada, a los pies de la pequeña nave, cubierta con un chapitel piramidal, cruz y gallo de hierro. En el pórtico no hay señal de vida alguna. En el pueblo hay dos casas rurales y una tercera, a vez restaurante Berasa, de recuerdos entrañables para mí. En el mismo barrio, en un pequeño jardín inglés, con plátanos hispánicos a la vera del río, todos los bancos menos uno tienen arrancados los asientos, En medio del jardín han erigido una extraña escultura de madera, que parece representar a Gartxot, personaje de la leyenda medieval, que mató a su su hijo Mikelot antes de que los monjes de Leire lo retuvieran como cantor en la abadía y se refugió en un bosque de este pueblo, donde fue apresado y condenado a vivir en un torre de por vida. Arturo Campión la reelaboró e hizo de ella un canto a la lengua vasca y de desprecio a la castellana, en la que escribió casi toda su obra. Una de sus frases más repugnantes se inscribe y exhibe en una placa, a los pies de la escultura. Hay todo un sendero por el bosque que toma el nombre del héroe medieval.

Terminamos la excursión en el santuario de Muskilda, encima de Ochagavía, sobre el que he escrito en otras ocasiones. Está cerrada a estas horas la puerta de entrada al recinto. Hay aparcados tres coches y una caravana. Una pareja madura toma el sol en un banco. En el panel de la entrada se recuerda la edad del santuario (siglo XII) y el de la Cofradía (siglo XIV). Y se resume enn tres lineas la triste situación del conflicto jurídico-penal-social entre el Arzopispado de Pamplona y el pueblo del municipio: Un Patronato laical, al margen de la Iglesia católica, mantiene y administra el santuario. El Patronato se compone del alcalde, el cura y el mayordomo. El Arzobispado podía haber respetado esta santa tradición, pero se ha empeñado y sigue enpeñándose en lo contrario, envenenando toda la realidad, que no debía haber sido cuestionada.