El papa en Irak

 

         Estoy siguiendo muy de cerca la visita del papa a Irak. Difícilmente se puede escoger otro país -tal vez Siria-, donde la humanidad y al mismo tiempo la Iglesia católica -en sus diversos ritos- y las demás Iglesias cristianas hayan sufrido tanto en estas últimos años como Irak- Y donde la curación de las heridas de las guerras y la recuperación de todo el país en todas las dimensiones sean tan urgentes como en la antigua Mesopotamia. Desde el siglo II, por medio del apóstol Tomás y sus discípulos, Irak vivió una floreciente comunidad cristiana. A pesar de la ocupación posterior por el Islam, en el siglo VII, hasta los tiempos de Sadad Husein todavía podían contarse un millón y medio de cristianos, algunos de ellos en las primeras filas del régimen, y otros en la oposición. Hoy, entre los que murieron en las distintas guerras -guerra de Irán, guerra del Golfo, guerras civiles,- y los perseguidos, trucidados, huidos o exilados durante el terror, la destrucción y el caos del nuevo Califato o Estado Islámico, no llegan siquiera a medio millón.

El papa Fancisco ha querido, como penitente y como peregrino cristiano, recorrer de Sur a Norte las ciudades y zonas más laceradas por los horrores pasados. Desde la capital de la República, pasando por la segunda ciudad, Mosul, antes territorio cristiano, o Ur de Caldea, la patria originaria de Abrahán, padre de las tres Religiones, hasta la capital del Kurdistán, Erbil, donde el papa celebrará el único acto multitudinario de su viaje en el estadio que lleva el nombre de un mártir cristiano kurdo (2001), Franso Hariri, que fue alcalde de la ciudad,  a manos  de Al Quadea.

El discurso de bienvenida del presidente de la República, kurdo, uno de los innumerables líderes que se opuso al régimen de Sadan Husein, me pareció el discurso modélico de quien desea que el mundo conozca lo que su país está haciendo y quiere seguir haciendo para poder llegar a ser el país que quieren todos los que han sufrido poner por él. El papa le contestó con su docrina y lenguaje habituales, intentando poner al mundo ante la tragedia del país, de raíces cristianas y modelo en este momento de la unión de cristianos y musulmanes, a favor de la paz y de la convivencia. Fue un solemne clamor por la unión de los hijos de Abrahán, a la altura de los anteriores llamamientos de Asís, El Cairo o Abu Dabi.

Por lo que voy viendo, ningún otro líder mundial ha llegado, ni de lejos, a intentar interesar al mundo sobre la suerte de Irak. Lo mismoo podríamos decir, claro, sobre otros muchos países pobres y abandondos en el mundo. Las muestras de respeto y de supremo cariño y afecto por parte de las autoridades civiles musulmanas han superado cualquier expectativa y cualquier otra comparación en un país de inmensa mayoría islámica. Pero es que, ante la figura del papa actual, y de los que le precedieron, no hay líder en el mundo que pueda comparársele. Tal vez la Unión Europea, vista como figura plural jurídico-política. Pero aún está  bastante lejos en cuanto a calidad y carisma.

PD. La llegada del papa a Bagdad, la capital del Califato histórico, me interesó tanto también porque conocí la ciudad -¡con aquel incomparable Museo asirio!-, siendo diputado europeo, en pleno régimen de Sadan Husein. Cuando fui a cenar, el segundo día, a la embajada de España, me dijo el embajador, para curarme de espatos una vez por todas, que la policía del Gobierno ¡iba a enterarse de todo lo que íbamos a hablar en ese rato! Miré entonces por todas partes por ver los micrófonos colgados del techo. No vi ninguno. La embajadora era de la familia noble, propietaria entonces del palacio de Cortes, en Navaarra.