Cirauqui es un lugar privilegiado de sitios prerrománicos y románicos, sea lo que sea de la famosa calzada y el puente, a los que algunos arqueólogos niegan el carácter de romanos. Nada más entrar en este pueblo vecino, de estampa imponente, vieja fortaleza del condado de Lerín, nos desviamos hacia el sureste, siguiendo las indicaciones de Julio Asunción, para llegar al lugar de Txuricoa. Al llegar al primer cruce de caminos, dudamos, como es natural, y preguntamos a dos paisanos amables -uno con mascarilla y otro sin ella-, que vuelven del campo.
–¿Txurikoa? ¿El campamento romano?
Como ellos también dudan, les agradecemos y seguimos. Pero, poco después después, nos llaman y nos alargan el teléfono móvil. Habla un señor que no se puede creer que exista un campamenato romano en Cirauqui…
–Puede ser. No es seguro. Vamos a verlo.
Pero, si, a Txurikoa se va por donde íbamos. Y lo cierto es que a unos cientos de metros, el GPS providencial nos detiene bajo un escarpe, uno de esos escarpes de la tierra montañosa, que, como en Sangüesa, se alzan donde comienza la vallonada de las tierras aluviales que traen y llevan los ríos. Además, a 112 metros nos indica una calzada. Nos cuenta Asunción que otro paisano de Cirauqui le trajo hasta aqui cuando él iba a visitar el próximo castro de Urbe. Desde abajo, mirando el talud occidental, vemos restos de piedras en la parte más alta del terraplén. Subimos por una pista, que pronto se nos convierte en una vía calzada con cantos rodados durante unas decenas de metros.
Llegamos al final y nos encontramos con la típica explanada de los castros y sobre todo de los campamentos. En lo más alto del revellín natural han hecho recientemente una casa y están sus dueños, y familiares tal vez, sentados ante la puerta, al sol benévolo de este primer marzo. Desde aqui vemos bien restos de muro en el flanco oriental del espolón. Por encima de la casa, que sería el primer foso del castro o campamento, hoy cubierto de matorral, maleza y algunos espinos florecidos, vamos hacia el otro lado del escarpe, donde nos asomamos a un barranco por donde baja un regacho y pasa un camino. La defensa natural es clara. La parte primera del yacimiento es un campo de cereal, que crece vigoroso tras las lluvias, y la que sigue, una viña en espaldera inundada de floridas, la flor de la mostaza blanca (sinapis alba), que es un regocijo. Cerca del camino, florece también un cerezo, en pleno esplendor. Seguimos por el camino que viene y va de/a Cirauqui. A derecha e izquierda un tapial de piedras, seguramente aprovechadas del castro o del campamento, guarda y limita las fincas actuales. En la parte noroccidental, la más vulnerable del recinto, varios majanos indican bien el desmonte del muro que lo protegía Aquí el foso es menos visible, debido a las labores agrícolas de muchos siglos posteriores. Al otro lado de la vía, se extiende un largo campo de cereal. Al vover hacia el sur, recorremos la cornisa del escarpe, extremo de un pequeño campo de olivos, para ver el talud oriental, que cae también sobre otro barranco, otro camino y otro regacho. Todo estaba bien previsto.
Monte Eskintza, Alto de Burgueiro, Markora… y la cordiline hasta Santa Cruz y Peñas Gordas, están hoy azul oscuros, y desde ellos bajan unos arroyos, entre carrizos, que dan en río Salado, que drena, haciendo curvas, la vega, en su llano camino hasta el Arga. Los álamos que mayormente lo acompañan empiezan a revestirse de las primeras hojas verdes. Por los caminos van y vienen algunos senderistas o atletas montaraces. Por el norte, más oscuros aparecen los montes que respaldan a Cirauqui: Peñas de Aitzibita, Txapardia y Markalagain (Marcalain, decimos en Mañeru).
El parangón con el campamento romano de Los Cascajos en Sangüesa le ha convencido a Julio Asunión para preferir aquí el campamento romano al castro u oppidum celtibérico: por su tendencia rectangular, de 300 x 270 m.; por su ubicación sobre el río y elevación de 30 m. sobre la vega; por la planicie del yacimiento; por los restos romanos encontrados; por el cardo y el decumanus, muy visibles aqui; por su cercanía a la ciudad de Andelo… Pudo ser también castro prerromano, ocupado después por Roma, antes o después de las guerras sartorianas. No conozco los restos romanos encontrados. Seguramente excavaciones posteriores, tal vez del siglo XXII o XXIII, tal como vamos, les sacarán a nuestros sucesores de dudas, si es que las llegan a tener.