El probable campamento romano de Gazólaz ha sido uno de los últimos descubrimientos arqueológicos de Navarra, por Martínez Velasco y los hermanos Argandoña, tras el descubrmiento del campamento de Los Cascajos en Sangüesa y el de Santa Cruz en Aranguren.
Llegamos desde Ardoi (Cizur Mayor) por un viejo y alto camino, que pudo ser el del probable campamento hasta el castro prerromano que, probablemente, allá por los años 72-71, o más tarde. se convirtió en Pompelo o Pompeiopolis. Los pinos no nos dejan apenas ver la ciudad industrial de Landaben, con la joya ferretera de la Volskwagen. Son dos kilómetras de andada. Cerca del terraplén que cae en picado sobre el río Arga, en el extremo norte de la serrezuela llamada Alto de Gazólaz o Vistabella, hay ahora un pinar de repoblación. Fuera de unos rodales al norte y al sur del recinto protohistórico, y de una primera línea indemne al este, ardió por completo el 7 de agosto del año pasado, a causa de un rayo, al parecer. Lo primero que llama la atención, aparte de la quemazón, es la enorme cantidad de losas y piedras calizas de color blanco diseminadas por todo el suelo calcinado del pinar. No nos equivoquemos. Según los autores del estudio, todo es debido a las máquinas con subsoladoras o rejones que, al ahondar la tierra para plantar los pinos, arrancaron buena parte de la roca superficial, que ya antes, en algunos puntos, había servido de cantera a los vecinos.
Los autores se sirvieron de los planos del territorio, fotocopiados por los vuelos aéreos del aviador estellés Julio Ruiz de Alda, los años 1929 y 1931, organizados por la Diputación Foral de Navarra en orden a formar el catastro en Navarra. Eso les dio la evidencia de una elevación perimetrada singular, en forma del clásico rectángulo irregular, típica del campamento romano, en una superficie de dos hectáreas, de 182 metros por 144, sobre una pendiente inclinada de norte a sur. Llevaron a cabo después una prospección magnética, que les dio como resultado un montón de tachuelas de calzado militar (clavi calligarii), anillos de hierro, un engarce del mismo metal y una moneda, muy estropeada, del siglo II a. C., todo ello encontrado en varias partes del terreno.
Teniendo en cuenta los estudios anteriores del campamento Los Cascajos, de Sangúesa, y el más reciente de Aranguren, los autores se inclinan por la filiación sertoriana del campamento temporal (castrum aestivum) de la actual Gazólaz, relacionado, aunque independiente, con el anterior, a 14 kilómetros de distancia, y destinado al mismo propósito que aquél: la conquista, vigilancia y control de más de una veintena de castros indígenas en la comarca, que, tras la fundación de Pompeyo, sería después la comarca de Pamplona. Los arqueólogos descubridores del probable campamento, además de las conocidas glandes-proyectiles sertorianas en Aranguren y Cintuénigo-Fitero, hablan de otras encontradas en el norte de la Cuenca pamplonesa, lo que les confirma su hipótesis.
Removido en profundidad el terreno, poco nos queda por ver, si no son los límites del recinto, que recorremos por completo, sin hallar ni grandes pendientes, espolones o barrancos, como en otras ocasiones. Eso, sí, admiramos las buenas y amplias vistas sobre los alrededores de Pamplona desde poniente, y constatamos la cercanía, por el norte, del Arga y de su afuente el Elorz.
Volvemos por donde hemos venido, echando una ojeada a las tierras aluviales del río en términos de Arazuri, donde se plantó la Depuradora comarcal de agua, y al abanico de pueblos al septentrión: Iza, Loza, Orcoyen… El ruido sordo de la variante (la autopista de Navarra) no nos deja oír el rumor de los pinos de la ladera, a esta hora decadente de la tarde.