Ahora que la figura del padre, por aquello del patriarcalismo y por la difícil búsqueda de la verdadera masculinidad, está en horas bajas, no pensaba encontrar en el último número de El Ciervo una reivindicación inteligente de San José, uniéndose así a ese extraño Año (2021) dedicado por el papa Francisco en la carta apostlilca Patris corde al padre putativo de Jesús, de quien apenas sabemos nada.
Y viene de la mano del gran Carlos Eymar, filósofo y docente no solo de filosofía, y casi siempre acertado. Le recuerdan al personaje Shatov en Los Demonios de Dostoievski: al san José de La Adoración de los Magos, con su regalito en la mano frente al regalazo del rey Mechor, y al San José carpintero, de George de la Tour, trabajando en el taller y mirando a su hijo, que aprende el oficio y sostiene ahora una candela, una tarde cualquiera de invierno.
San José -nos dice Eymar- es el hombre de la acogida y de perdón, de la ternura, que respeta a su mujer, y deja que su trabajo se guíe por la luz del hijo y el lenguaje de lo sueños.
Banditos ambos.