La penúltima nieve en Larra

 

                     Hoy, viernes de marzo avanzado, los Pirineos navarros están a medio nevar. Al menos, asi los vemos desde Burgui, el pueblo de los oficios, donde nos tomamos el amarretako de las doce. Tras el paso obligado por las Coronas, prohibido  como tenemos el paso por Aragón. Todavía nos salen al paso dos torrenteras entre Urzainki e Isaba. Subidos a la curva de Juan Pito,  vemos más nieve que la que pensábamos. Pasamos el punto rojo, en el que nos detuvimos (ilegalmente) la última vez y continuamos hasta el Ferial, con pocos coches y poca gente, hoy día de labor. Hay una competición de esquí de fondo en La Contienda y hasta allá subimos. Muchos coches y mucha gente. Y mucha más nieve. Seguimos buscando una mayor tranquilidad. Poco antes de la Piedra de San Martín, con Francia al otro lado de la carretera, la nieve tapona el paso y nos quedamos en un pequeño recodo, con vistas a las níveas pirámides de Añelarre y del cercano Arlas.

El sol juega con las nubes bajas y las nubes bajas con el sol. El silencio es total. Un silencio de nieve. Estamos  a 1.800 metros, y, aunque la temperatura no pasa de los 7 grados, la sensación con sol y entresol nos parece de 20. Sólo después de un buen rato, vemos, aunque de lejos, a nuestros únicos vecinos: media docena de buitres que revuelan durante unos minutos sobre las peñas que tenemos a nuestra espalda. Qué cerca nos parece ahora el Arlas, que remontamos con mucho esfuerzo hace muchos años, cuando éramos mucho más jóvenes.

Tenemos que bajar de este  blanco, casi celeste, Tabor. Ya se ha despejado La Contienda. Tomamos un cafe en la terraza alta del Centro Roncalia, en El Ferial, casi solos. Cuando salimos, asistimos a un espectáculo que nunca habíamos visto tan intenso y espectacular como hoy. Un alto tsunami -no encuentro otro nombre mejor- de nubes bajas se despeñan desde las cimas de Lakartxela, Bumbadel y Lakora hasta el vallecico de Rincón de Belagua, para subir de nuevo entre el Lapazarra y el macizo kárstico de Larra. Bajamos, para verlo mejor hasta el Refugio de Domingo Olorón. Dejamos el coche y damos una vuelta por los alrededores contemplando la gigantesca avalancha de nubes y el juego de luces entre la tierra y el cielo, las rocas y la nieve, las nubes traspasadas por el sol y el sol borrado por las nubes,, como si fueran gomas de borrar. En un mogote, entre miríadas de toperas, creemos encontrar un crómlech y aún dudamos de otros dos. Hay   una pareja mayor que no cesa de hacer fotos. Y un joven con dos perros, que no para de andar. Pero el tsunami se acerca luego a nosotros, y, sin darnos tiempo de reaccionar, nos envuelve con su poder  y su ceguera. No queremos irnos sin echar un vistazo al interior del Refugio, recientemente renovado. Nos metemos en el coche con los plumíferos goteando agua de nube baja.

Salimos de la manga al llegar a la carretera y seguimos hasta el valle de Arrako, bajo el Bimbalet, pasado Isaba. Vemos con suspicacia que no aparezca entre los muchos indicadores en postes de madera ni en el panel, la mención del famoso dolmen de Arrako. Han desaparecido todas las señales existentes. Avanzamos un poco por sendero que se abre en una gran explanada entre grandes enebros y lo vemos, inconfundible, allí arriba, a un tiro largo de piedra. No hay manera de pasar hasta él directamente. La valla correspondiente está reforzada y hasta con una cadena. Damos un rodeo hasta llegar a la venta la ermita de Arrako (N. S. de Arrako), que da nombre al vallecico, a la regata y a la altura y collado sobre la  ermita: Arrakogoiti y Arrakogoitikolepoa. La venta está cerrada hace tiempo a cal y canto. La ermita, a cuatro aguas, sigue viva y hasta aqui llega la romería anual del 26 de julio. La saquearon las tropas francesas en octubre de 1793, en la guerra de la Convención: se llevaron la corona de la Virgen, un cáliz, una patena y mil cabezas de ganado, además de saquear la venta. Pero por aqui tampoco se puede llegar al dolmen. Las vallas de alambre viejo y roñoso, a veces reforzado, lo cierran todo. Vadeamos el regato a ver si por ahí… Nada. Las malditas vallas lo vallan todo.

Asi que, el año 2021, un bien patrimonial de todos los navarros, un  dolmen típico pirenaico, cuya cubierta mide 5 m. de largo, 2 de ancho y 65 cm. de grosor, no lo podemos ver, porque el dueño o dueña de una finca de hierba, sobre la que no hemos visto pastar ganado alguno, la ha secuestrado para provecho propio o lo que sea, y, por lo visto, el ayuntamiento de Isaba y el Gobierno de Navarra, por indiferencia, por cobardía o por complicidad, han hecho suyo el criterio de la propiedad quiritaria.

Y ¿por eso no vamos a ver el próximo dolmen Sakulo? Y Paulita hace aqui un pareado que nos hace reir.