I Cor 11, 23-25; Mc 14, 22-25; Mt 26, 26-29; Lc 22, 15-20.
Jesús envió a dos de sus discípulos
a pedir a un amigo en la ciudad
que preparase una gran sala,
a fin de celebrar
una cena especial y solemne con los Doce.
Mientras estaban comiendo,
el Maestro tomó pan;
dando gracias, lo partió,
mientras decía:
–Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Haced esto en mi memoria.
De igual modo, después de cenar,
tomó la copa diciendo:
–Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre.
Cuantas veces la bebiereis,
hacedlo en memoria mía.
Y dijo después a sus discípulos:
–Os aseguro que no beberé
del fruto de la vid
hasta el día en que lo beba
en el reino de Dios.
(Jesús acude triste a la cena.
Es una cena de despedida.
Su vida de profeta, enviado por Dios,
ha sido, en buena parte, un fracaso:
Israel no ha acogido su mensaje.
Ahora prevé una muerte violenta.
Está cercado de enemigos poderosos.
No volverá a beber vino en una cena festiva.
Pero volverá a beberlo en el reino de Dios).