Veo, después de muchos años, en 13 TV la película, dirigida y protagonizada por Orson Welles (1941), Ciudadano Kane, con guión de H. J. Mankiewicz, clasificada por los expertos, decenio tras decenio, como la mejor de la historia del cine.
Trasunto y parodia del magnate norteamericano William Randolf Hearst (1863-1951), periodista, editor, publicista, empresario, inversionista, político, dueño de 28 periódicos en todo el territorio federal, amén de numrosas revistas, empresas editoriales, fábricas de papel, compañías y emisoras de radio… Promotor de la prensa amarilla, manipulador escandaloso, estrafalario, extravagante, derrochador, marchante del arte mundial. despótico y arbitrario, creador de una estrambótica ciudad-residencia, incitador de la guerra yanki-española, financiador de la contrarrevolución mejicana… Llegó a ser, gracias al dinero y a la corrupción, congresista demócrata, pero no pudo ser, a pesar de su poderío, ni alcalde de Nueva York ni gobernador del mismo Estado.
Pero la película es también parcialmente trasunto, menos paródico, de la vida del joven Orson Welles: triste infancia, tras la sepración de sus padres y muerte prematura de su madre; su galopante carrera teatral y radiofónica; su obsesión por el triunfo y la fama…Ya se sabe que los éxitos triunfales no dan siempre ni la paz ni la felicidad. Al final, tras el segundo fracaso amoroso, Charles Foster Kane pronuncia una palabra enigmática: Rosebud (capullo de rosa) tras coger del lujoso dormitorio de su ex mujer, que acaba de devastar, una bolita de cristal. En la película de Welles es el nombre de su trineo de niño, símbolo de la infancia perdida, que tuvo que abandonar antes de que le arrancaran de la casa materna para heredar y administrar los negocios. En la vida real del magnate Hearst era el apelativo cariñoso con que nonbraba uno de los íntimos encantos físicos de su amante Marion Davis.