Para Byung-Chul Han, la sociedsd de la transparencia-sobreexposición es a la vez la de la descofianza y la sospecha, que necesita a la postre de la vigilencia y el control. Pero esta vez, sin que sea necesario el ojo panóptico del Gran Hermano. ¿Para qué? Nos bastamos nosotros mismos para exponernos, incautos, en las redes y ceder nuestros datos a Google y otros monstruos de la comunicación. No por nada otro de los grandes poderes dominantes, Facebook nos tiende el anzuelo seductor del Me gusta (I like), que nos lisonjea el alma, pero no el botón de lo contrario: sería peligros una crítica, aunque fuera tan suave.
En su libro Topología de la violencia ( 2014) describe extensamente Han la violencia de la positividad y de la transparencia, que ejerce sobre nosotros el capitalismo liberal, que nos deshumaniza: esa economía que nos mata, al decir del papa Francisco en su encíclica Evangelii Gaudium. Los poderes económicos justifican, naturalmente, el actual sistema económico mundial, en el que prevalecen la especulación y la búsqueda de la rentas financieras, y donde se hacen patentes la degradación ambiental, así como la ética y moral.
Y en otro libro posterior, Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder (2014), el filósofo coreano se explaya acerca del nuevo género de dominio, que consigue -inteligente (smart)– que los hombres (seres humanos) se sometan mansamente, docilmente, por sí mismos. Seducir, no prohibir, es su lema. El poder inteligente, que vigila y controla todo, se ajusta a la psique de cada uno en lugar de de disciplinarla y someterla coactivamente, a la manera del siglo XIX. Al revés, nos exige compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias. Y nosotros decimos que nos gusta, que estamos para lo que quieran de nosotros.