Estos días de Navidad,
sueño a veces
que recorro las pocas habitaciones de mi piso
buscando a mi madre.
Y las muchas de mi casa del pueblo,
que hace muchos años ya no existen,
donde en tiempos vivieron tres familias:
la entrada, la cuadra, los lagos, la bodega,
la cocina, el salón y las alcobas,
la cocina vieja y el granero,
la cocina de arriba y el cuarto del cierzo,
el cuarto oscuro, el cuarto de dormir,
el cuarto de la bicha y el pajar.
Voy gritando ¡Madre mía, madre mía!
y no la encuentro en ningna parte,
cuando en otros sueños nunca falta.
Y, a veces, encuentro, cuando menos lo espero,
al Niño Jesús, en la figura
de aquel Niño Jesús, del dedo roto en la mano izquierda,
del belén, que llamábamos entonces nacimiento.
Solo que mucho más crecido.