Silvia Lubich (Trento, 1920 – Rocca di Papa, 2008), maestra de primaria, que leía con un grupo de compañeras el Evangelio en los refugios antiaéreos durante la Segunda Guerra Mundial, cambió su nombre por el de la santa de Asís y en 1943 formaron el Movimiento de los Focolares (de la palabra friulana focolar (fuego del hogar). Seis años más tarde, el grupo vivió una experiencia singular (iluminación), que llamaron El Paraíso: era un grupo no ante Jesús, sino Jesús mismo en el seno del Padre: unidad de todos los seres humanos en la dvinidad-humanidad de Cristo. Lo que les dio las claves del Movimiento: comunión fraterna, ecumenismo, diálogo interreligioso. Son pequeñas comunidades, y ciudadelas, que son como microsociedades, primicias de una nueva humanidad.
-Esta es la era de Cristo, no la de un santo, sino la de Él, la suya entre nosotros, la de El Viviente en nosotros, los cuales construimos en la unidad del amor su Cuerpo místico y la comunidad cristiana. Es preciso dilatar a Cristo, hacerlo crecer en otros miembros, hacerse como Él, portadores de Fuergo, que es el amor en acción. Hacer uno de todos y el Uno en todos. Hemos de vivir momento a momento la vida que él nos da.
-El alma, porque es imagen de Dios, es amor, y el amor replegado en sí mismo es como la llama que. si no alimenta, se apaga.
-Mira a cada hermano dándote a él para darte a Jesús. Entonces Jesús se dará a ti. Ta es la ley del amor.
-Llevad siempre este Fuego encendido entre vosotros. Y no temáis morir. ¡Ya habéis experimentado que la Unidad exige la muerte de todos para dar vida al Uno! ¡Sobre vuestra muerte vive la Vida! La Vida que, sin que lo sepáis, vivifica muchas almas.