(Mc 9, 14-27)
Los discípulos de Jesús no podían expulsar el mal espíritu
de un muchacho, del que se apoderaba, le derribaba,
le hacía echar espumarajos y rechinar de dientes,
dejándole el cuerpo rígido, como una piedra.
(Todos entonces creían que estaba poseído por el diablo)
Su padre fue y se lo contó a Jesús, llamándole Maestro,
y Jesús, echando en cara a la gente su incredulidad,
le mandó traer hacia sí al muchacho.
Apenas el espíritu sordo y mudo vio a Jesús,
agitó violentamente al joven lunático,
y, cayendo en tierra y echando espumarajos,
se revolcaba en ella.
-Desde niño, le repondió a Jesús su padre, le sucedía todo esto:
muchas veces le arrojaba al fuego y al agua para acabar con él
…, pero, si algo puedes, ayúdanos y ten compasión de nosotros.
–¿Qué es eso de si puedes…? respondió el Maestro. Todo es posible a quien cree.
–Yo creo, pero ayuda mi poca fe, añadió entre lágrimas el padre.
Viendo Jesús que se agolpaba la gente a su alrededor,
–Espíritu sordo y mudo -le increpó-, yo te lo mando, sal de él
y no entres más.
Y el espíritu salió dando gritos y agitando al muchacho
violentamente.