De Santa Coloma a la presa romana de Mues (I)

 

                  Otro día de sol y cierzo suave, en vísperas de Santa Águeda. Los almendros florecidos, ya están todos los árboles, engañados por la primavera en medio del invierno, deseando pimaverear, mientras la sequía se extiende por media España. El pueblecito de Mendaza, de un centenar de habitantes, está recostado en las faldas del monte Santa Coloma, extremo occidental de la Sierra de Dos Hermanas. Pero Mendaza es, además, sede del ayuntamiento del Distrito de mismo nombre, que abarca los lugares-concejos de Mendaza, Acedo, Asarta y Ubago, que de casi un millar de habitantes en 1900, se han quedado en los 300 actuales.

Por la calle De Arriba, y atravesando el caserío empinado, subimos por un buen camino, entre bojes, enebros, hollagas y algunas jaras, hasta dar con el famoso Encino de las Tres Patas, monumento natural protegido (2009), cerca de una pequeña laguna, que da nombre al término, un inmenso encinar. Tiene el vetusto paisano, según dicen, 19 metros de altura y 1.200 años de edad, tal vez el más provecto de Navarra. Las tres patas, ahora amarradas por un zuncho o abrazadera de acero, sostienen el resto del árbol dejando un gran hueco en medio,  que lo convierte en una especie de cueva, habitada por toda clase de entes fantásticos. Cuando llegamos, dos mujeres ecuatorianas, madre e hija, que han venido desde Pamplona de excursión, se hacen fotos ante él, con él y dentro de él. Nosotros hacemos, más o menos, lo mismo.

Unos cientos de metros más, y estamos en la cima, ocupada en el vértice llano por la ermita de Santa Coloma, patrona, por esta zona, de mujeres embarazadas, bien caleada hace unos pocos años. Santa Coloma (Colomba, Columba, Comba…), es decir, Paloma, es una  virgen mártir cristiana, legendaria y múltiple, natural de varios lugares. Según una de las versiones, liberada de las llamas de una hoguera, fue degollada en un bosque, y se la representa de muchas maneras, v. g,, encadenada a un perro o un oso. En el lejano Meoz (Valle de Lónguida) hay otra ermita que llevan su nombre.

El monte rocoso y abrupto de Santa Coloma fue poblado siglos antes de Cristo. El aula de Arqueología del antiguo Instituto de Oncineda, de Estella, lo descubrió en los ochenta y Amparo Castiella lo estudió y halló abundante material, que va desde el comienzo a final de la Edad del Hierro: vasos, vajilla, molinos de mano, canas de piedra… Fue un pequeño castro alargado de O. a E., bien defendido al S. y al O, por el farallón rocoso y configurado con un foso excavado en la roca y la construcción de una muralla oriental con piedra caliza en sillarejo, de planta curva, que llegaba hasta el otro extremo del farallón. La muralla, muy bien conservada, fue partida por el camino que llega hasta la ermita, abierto también en los ochenta.

Probablemente, por las  huellas claras de incendio descubiertas al hacer ese camino, el castro debió de tener un final traumático, y sus habitantes supervivientes, que no serían muchos, pudieron instalarse en el cercano castro de Pozo de la Mora, o en el más próximo de El Castillo, de Piedramillera. Recientemente, una cantera de extracción de piedra, en el flanco oriental del castro, acabó con lo que quedaba de él.

El oppidum, sobre el cauce del Odrón, que desagua del valle hacia el Ebro, por el congosto de Mues, fue junto con el de Murillo, sobre ese lugar, un privilegiado observatorio sobre el paso desde el alto valle del Ega hacia la llanura aluvial del Ebro. Esta mañana, todo el valle de La Berrueza, desde los peñascales orientales de Codés hasta las sierras de Dos Hermanas y San Gregorio,  y hasta el murallón encendido de Lokiz, al norte, es una inmensa y reluciente balsa o laguna verde, verde verdoyo, recién nacido, de trigales y cebadales, única en Navarra. Solo unas pocas viñas, ahora marrones, cercanas a algunos pueblos, son la excepción. Los pequeños caseríos trepan por las montañas: Cábrega, Ubago, Mirafuentes, Nazar, Asarta, Mendaza, mientras dos, más sosegados, se expanden por el llano: Otiñano y Acedo. Dan ganas de quedarse aqui hasta ponerse el sol.

Las dos amables mujeres ecuatorianas, después de hacerse mil fotos en todas las posturas, sacann sus tarteras. Y nosotros tenemos que bajar.