«Amad a vuestros enemigos…»

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Lc 6, 27-35; Mt 5, 43-48

 

En la costumbre vetero testamentaria
del amor y del  odio  a las personas,
sobresalen los versos del Éxodo;
Si encuentras perdido el buey
o el asno de tu enemigo,
llévaselos a su dueño.
Si ves caído bajo la carga al asno
de alguno que te odia,
no lo abandones y acude
presto a ayudarle.*

No odies en tu corazón al hermano
leemos en el Levítico-,
pero corrige a tu prójimo.
No te vengarás ni guardarás rencor
a los hijos de tu pueblo.
Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. **

El maestro sapiencial Ben Sirac, autor de El Eclesiástico,
que condena la ira, la venganza y el odio,

y aconseja el perdón,
repite el precepto del Levítico:
Recuerda el mandamiento
y no odies a tu prójimo. ***

No pasaron de ahí. Jesús de Nazaret
va mucho más allá:
Pero a vosotros os digo:
Amad a vuestros enemigos.
Haced el bien a los que os odian;
bendecid a los que os maldigan;
rogad por los que os maltraten.

Lo que Jesús enseña a sus discípulos
no es que sientan cariño y afecto
a los que son sus enemigos,
sino que en todo momento y lugar
les hagan el bien
-el verdadero amor-,

aunque ellos sean insensibles
al bien que se les hace.

La dignidad de todo ser humano,
criatura de Dios,
exige amor permanente.
Y no hay excepción que valga.

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* Ex 23, 4-5.
** Lev 19, 17-18.
*** Eclo 28, 7.