Vengo de Bargota (Ibargoiti), valle alto, de allí donde veiamos durante años un rodal de piedras esparcidas que llamábamos del Convento, del que solo sabíamos que era un viejo convento en medio del Camino de Santiago, que pasaba también por Mañeru. Las veía más de cerca cuando íbamos por uva (garnacha) a nuestra viña en la cuesta de Bargota, como aconsejaba Virgilio en las Geórgicas, o cuando acompañaba a mi madre a traer la ropa recién lavada en el río Arga, cuando la sequía dejaba sin agua el lavadero y obligaba a las mujeres a bajar pie hasta el río por un camino tortuoso. Hoy, todo el espaldón de Aitzpea, talud cortado por la corriente fluvial, está ocupado por espesos pinares de repoblación, cubriendo los antiguos y fértiles terrenos de los viñedos, y el Camino, nuevo y viejo, colonizado y desbordado por las retamas.
La villa de Mañeru perteneció al señorío del hospital de San Juan. Los vasallos y collazos de mi pueblo le pagaron pechas al menos desde 1290, y mucho antes, hasta 1555, año en el que nos independizamos por 800 ducados entregados al convento del Crucifijo de Puente la Reina. Era la encomienda de San Juan de Jerusalén, que contaba con un hospital o enfermería, una iglesia y otras dependencias, en las que también hubo una escuela. A comienzos del XV, entró en decadencia y la Orden se trasladó a Puente la Reina (1441). El conjunto se convirtió, poco a poco, en cantera para la construcción del monasterio de la Santísima Trinidad en ese lugar. En 1776, abandonados por completo los edificios de Bargota y convertidos en refugios de malandantes y hasta de bandoleros, fueron dinamitados por la autoridad. Todavía, en los noventa del siglo pasado, viniendo un día de Mañeru, a donde invité a María Ángeles Mezquíriz para que hiciera una prospección de la Cueva de los Moros (s. XII), al pasar junto a las ruinas de Bargota y ver cómo se estaban llevando los sillares más aparentes, hizo poner un indicador de monumento histórico, en orden a evitar un mayor deterioro.
Después de varios años de campañas de excavaciones en los terrenos del viejo hospital y de las dependencias aledañas por el Gabinete Trama, hoy celebrábamos oficialmente la recuperación del Camino de Santiago en este tramo, con la ayuda económica de la empresa Autovía del Camino -que cambió en su día buena parte del entorno-, condición sine qua non para que tenga sentido la costosa intervención arqueológica del sitio. Estaban allí representantes de la Autovía, de Trama, y de los ayuntamientos de Puente la Reina y de Mañeru. La arqueóloga Marcedes Unzu nos ha ido explicando pormenorizadamente el estado de las excavaciones. Tras un vivo diálogo sobre el Camino y los caminos entre los numerosos miembros de varias Asociaciones de Amigos, la catedrática de historia de la Universidad de Navarra, Julia Pavón, ha hecho una breve y clara síntesis de la encomienda de Bargota dentro de la Orden de San Juan en Navarra, y, por voluntad de Juan Ramón Corpas, coordinador del proyecto y ausente por enfermedad, he dicho unas breves palabras sobre la relación de Mañeru -el Manerium romano- con el hospital de Bargota y de Puente, y he terminado recitando esta decima espinela, que compuse en los años ochenta y que canta las excelencias del Camino:
Viejo Camino de Fe
de la Europa peregrina.
Guía segura y doctrina
de la Cristiandad a pie.
Contigo voy y no sé
de dónde vienes rezando
y a dónde vuelves cantando
con tu concha y tu bordón.
Camino del corazón,
lo tuyo es ir caminando.
La celebración, alegre y festival, ha terminado con la pintura simbólica, por parte del presidente los Amigos del Camino de Santiago en Navarra, de una flecha amarilla en medio de la vía que sube de Puente la Reina a Mañeru y señala el viejo tramo que pasa junto a las venerables ruinas del hospital.