Volodimir O. Zelensky (¡con el mismo nombre que Vladimir Putin, y los dos en referencia a San Vladimir (958-1015) el rey santo y fundador del cristanismo ruso!) es hoy el político más conocido en el mundo. El de mayor prestigio y renombre. El héroe del momento.
Ayer le escuchamos emocionadamente hablando desde Ucrania al Congreso de los Diputados de España. Un discurso ya conocido en sus términos, por haberse repetido veinte veces más dirigido a otros Parlamentos y al Consejo de Seguridad de la ONU, pero tan verdadero, tan convincente, tan necesario y tan bien recitado como todos los demás. Cada vez con más fuerza, la fuerza de la realidad de la guerra monstruosa, cada día con más crímenes de guerra por parte del Kremlin. Cada dia más valiente, más veraz, más persuasivo.
Es la primera vez que vivimos una invasión y guerra subsiguiente en Europa en tiempo real. Como vemos un partido de futbol o una carrera ciclista. O los sucesos cotidianos de nuestras televisiones locales. Y por eso es la primera vez que nos preguntamos atonitos, aturdidos, indignados, impotentes, cómo es posible que un dictador, sólo porque dispone de armamento atómico, puede burlar ante el mundo, casi impunemente, el Derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y todos los principios de la Civilización humana. El miedo, y solo el miedo a una desgracia mayor impide a los mejores del mundo terminar por las malas y por las bravas esta guerra cruel. Es natural que sus víctimás más próximas no lo puedan entender y que todos los demás les oigamos cada vez más avergonzados. Pero este mundo tenemos.
La presidente del Congreso, Meritxel Batet, etuvo acertada, digna, sobria pero categórica.
Sobró la intervención del presidente del Gobierno, que no dijo nada nuevo y lo dijo peor que Batet. Lo que ayer representraba a España, al Pueblo español, era el Congreso de los Diputados y su presidente. Ese era el mensaje.