Jueves Santo

 

                (Ver -clicar Archivos– poemas del Jueves Santo, en todos los Jueves Santos de este cuaderno desde 2006. Ver La Cena del Señor, en la bitácora del 1 de abril, Jueves Santo de 2021)

Jesús en el huerto de Getsemaní

Mc 14, 26-42; Mt 26, 30-46; Lc 22, 39-46; Jn 18,1-2

 

Después de cenar Jesús y sus discípulos,
habiendo cantado himnos,
salieron al otro lado del valle del Cedrón,
hacia el huerto llamado Getsemaní (lagar aceitero),
en el Monte de los Olivos,
lugar que conocían bien.

Llegados allí, les dice Jesús:
Sentaos aqui, mientras hago oración.
Mi alma está triste hasta la muerte.
Permaneced en vela.

(Tristeza y congoja del justo
ante una muerte cruel inminente,
ante el acoso del Mal y el aparente abandono de Dios.
El autor del salmo 55, en trance agónico,
muestra a la gente su corazón encogido,
sus pavores de muerte,
su irreprimible temblor).

Jesús orante cayó en tierra y rogaba a su Padre diciendo:

-Abbá (Padrecito mío), todas las cosas son posibles para ti.
Aparta de mi esta copa de dolor.
Pero que sea lo que tú quieres,
y no lo que quiero yo.

(No era irreverente en la historia de Israel
pedir a Dios que cambiase de juicio.
Pero, al fin, el justo se abandonaba
en los brazos de Dios).

Volvió el Maestro a donde estaban sus discípulos:

-Simón, ¿duermes? ¿No fuiste bastante fuerte para velar una hora?
Manteneos orando y velando
para que podáis afrontar la prueba con el Maligno.
Sí, el espíritu está dispuesto, pero la carne es debil.

Fue Jesús a su oración
y, de nuevo, a los suyos que estaban dormidos.
(Marcos recuerda las tres veces
que en su parábola del amo que se ausenta
 repite este el  lema ¡Velad!
porque a nadie le sorprenda su regreso,
y aplica la regla de tres tradicional a su relato):

¡Así que durmiendo y descansando! ¡Ha llegado la hora
de que el Hijo del Hombre
sea entregado en manos de pecadores!
Levantaos, vamos.
Ya se acerca el que me va a entregar.