(Poemas sobre el Viernes Santo, todos los los Viernes Santos en el cuaderno de bitácora desde 2006. La muerte de Jesús, en la bitácora del día 2 de abril de 2021)
Camino del Calvario
Mc 15, 20b-21; Mt 27, 31b-32; Lc 23, 26-32; Jn 19, 16b-17a
Los soldados romanos sacaron a Jesús del Pretorio
hacia las afueras de la ciudad,
donde crucificaban a los reos.
Pronto obligaron a uno que pasaba por allí,
un tal Simón de Cirene, que venía del campo,
a llevar la cruz del condenado,
la parte horizontal del madero –patíbulo-,
donde habían de colgarle.
La suma debilidad del azotado
obligó seguramente a los soldados
a buscarle un sustituto.
Marcos conoció a sus hijos, de nombres grecorromanos,
Alejandro y Rufo,
miembros tal vez de la asamblea cristiana.
Siempre sensible a la presencia de la mujer
y propenso a mostrar en cualquier momento
el amor y la ternura de Jesús,
el evangelista Lucas
añadió aqui un oráculo profético y sapiencial del Maestro
sobre el próximo devenir de la ciudad
dirigido a unas hijas de Jerusalén que le seguían,
dándose golpes de pecho y lamentándose
por el condenado a muerte.
No era fácil por entonces
sortear la rígida custodia militar
ni esperar respuesta alguna de aquellos pobres hombres
que apenas podían sostenerse.
La devoción cristiana de todos los tiempos
se interesó por este espacio, llamado vía-crucis, camino de la cruz,
para acompañar a su manera a Jesús de Nazaret.
Imaginó, realista, tres caídas dolorosas,
y, menos realista, al alivio de Verónica, la mujer compasiva,
o el encuentro con María, la madre de Jesús.
Ni siquiera el tercer evangelista lo menciona,
pero escribe que, además del Nazareno,
los soldados romanos llevaban también dos malhechores
para ejecutarlos con él.