Megalitos en Sorogain (y II)

 

        Volvemos el sábado siguiente, con más calma, a Sorogain, con la misma temperatura cálida, pero con cierzo suave, que la hace llevadera. Hoy no vamos a pasar la frontera y queremos visitar despacio los megalitos a un lado y otro de la pista, desde el albergue municipal de tres edificios, Casa Pablo, hasta el puerto de Aztakarri. Vemos de cerca la ruina de la regata Sorogain, seca en la parte alta, y solo con algunos charcos en la baja. Pasan de cuando en cuando algunos coches en las dos direcciones. Unas pocas familias han venido, igual que el sábado anterior, a pasar el día en algunos merenderos del trayecto, especialmente en la campa, donde hay muchos bancos de piedra y bocas de barbacoa, a la sombra de las hayas. También en torno al albergue hay varios automóviles aparcados. Delante del mismo hay un panel con indicación de los principales megalitos de la zona, y dos paneles con mapas de montes, que llevan el curioso título de Sendero de Euskalherria, ¡cuando todos los senderos son de Navarra! Y los mapas llevan ya años aqui. Por todo el valle están distribuidos paneles  con mapas geográficos y ecológicos, que son muy de agadecer.

Hoy vamos a limitarnos a recorrer el amplio corredor que drena en los buenos tiempos la regata Sorogain, que se abre entre los término montañosos, a nuestra izquierda, de Odiego, Odia, Ortxola, Zalaieta e Iturrumburu, y, a nuestra derecha, Arbilleta, Zaraka, Sorogain, Asundegiko Gaina; corredor, que cierra, en dirección a Urepel, el puerto de Aztakarri.

A pocos metros de la casa-refugio, en la orilla este del camino y con orientación norte-sur, esta el dolmen Odiego I. Solo conserva los dos ortostartos laterales de la cámara, aunque se aprecian las dimensiones del túmulo. Sus mateirales, como tantos de la zona, fueron aprovechados para construcciones modernas.

Cercano también a la casa, se halla el dolmen Odiego II, orientado norte-sur; el galgal ha desaparecido casi por completo;  la cámara se conserva intacta con sus dos losas laterales y la cabecera en pie. Siguiendo por la pista, llegamos al dolmen Asundegi, bajo la carretera, salvado por pelos cuando se tendió la carretera actual, sobre cuyo túmulo cayeron materiales  de construcción, que desplazaron  la cámara y la cubierta hacia el este.

Al pie de uno de los montes occidentales vemos la maquinaria con la que acaban de desbrozar unas cuantas hectáreas de maleza, supongo que para el nacimiento de pastos, porque vemos ovejas en las cercanías altas, a un lado y otro del terreno desbrozado.

En la vertiente este del valle pastan vacas pirenaicas y yeguas en una cantidad que no he visto en otros valles navarros. Incluso vemos un rebaño de cabras. Hay varios comederos y bebederos. En algunos mapas clásicos se llama a esta parte Sorolepo. Se para en la carretera una camioneta conducida por una moza. Le pregunto por el nombre del término para asegurarme. Me dice que le pregunte a su madre, que anda, con pañuelo a la cabeza y un cayado entre las vacas. Se lo pregunto y me dice:

-¡Sorogain!

Y de hí no sale. Se queja luego de la falta de pastos y de la sequía. Le digo lo que estamos buscando y me señala la Santxoten Harria, que tenemos cerca.  Es el cromlech más espectacular de la zona, de forma ovalada, muy amplio y de piedras más altas que las habituales, llamado por algunos santuario, cerca de un pequeño barranco y encima de la pista; fue publicado por López Sellés en 1955 y excavado por Pedro Arrese en los ochenta. Un peligro para los ortostatos, estos y cualesquiera otros, es el ganado mayor, que se rasca en ellos llegando a veces hasta tumbarlos.

Quinientos metros, más o menos, hacia arriba, junto a la regata, totalmente seca, localizamos el dolmen Sorogain o Aztakarri, por el monte cercano o el puerto próximo, con una losa en el cráter y el resto esparcidas en derredor. Junto al túmulo, una cista, que parece también funeraria. Al otro lado del puerto, un pastor francés llama a las ovejas que pastan altas y las hace bajar veloces, como un torrente blanquigris. Varios paisanos están con sus coches mirando el paisaje,

Bajamos hasta el albergue y tomamos un refesco en la terraza, donde queda solo una pareja joven. El señor que lleva ahora el refugio municpal se queja de la poca gente que viene los  últimos meses:

Parecía cuando la pandemia que todo el mundo quería vivir en el campo. Pero eso no es verdad. Está claro que la gente prefiere la playa.

A nosotros también nos parece poca gente para ser uno de los días mejores del úiltimo agosto, y un paraje tan bello.