La experiencia del éxodo

Escribo dos páginas, que me piden para la revista de la Colegiata de Roncesvalles, en este Año Santo Jacobeo, sobre la peregrinación y los peregrinos. Me centro en el peregrinaje singular y modélico de Jesús desde Nazaret a Jerusalén y llego hasta  la experiencia fundante de Israel, que fue el Éxodo (salida) desde la esclavitud del faraón de Egipto.  Contra él hizo el Señor milagros y prodigios grandes y terribles: Y a nosotros nos sacó de allí para introducirnos y darnos la tierra que había prometido a nuestros padres (Dt 6, 20-23). Queda claro que no es el faraón el dueño de la vida y de la muerte, sino Dios, el Señor de la historia, lineal y progresiva, tiempo de libertad, donde Él se revela. El Dios que interviene en favor del esclavo y el débil, por medio de los suyos, ante los que se hace creible. Todas las peregrinaciones, todas nuestras vidas, no van a ninguna parte, si no siguen estis dos modelos principales. No llevan a ninguna tierra prometida, si no se liberan de todos los faraones que les salgan al paso, si no ayudan a liberarse a quienes pugnan por salir de cualquier esclavitud, que les cierre el aire al camino de la vida, de la libertad y de la dignidad en este mundo de peregrinos.