Viaje al otoño vitícola de La Rioja (y II)

 

El Alto de Castejón es un montículo de orientación SO-NE, que se yergue en una zona de viñedos, de unos 200 metros de largo por 40 de ancho, con una altura de 542 metros en la cota más alta, formado por una meseta llana, con un fuerte desnivel, aprovechado por los tres recintos defensivos del poblado, cuyos  restos de piedra son bien visibles. Subimos por una sendero zigzagueante, entre pequeños paneles que van ilustrando cada una de las secciones del yacimiento.

Las excavaciones se llevaron a cabo en 2010 y 2014 y descubrieron un poblado de la Edad del Bronce y del Hierro, entre los años 1000 y 500 a. C. La población  primitiva pertenecía a los berones, pueblo de origen celta, ocupante de los hoy Rioja Alavesa y Condado de Treviño. Las casas, de manpostería y adobe, son de planta circular y de planta cuadrada. Se encontraron en ellas placas de hogar, bancos corridos, huecos de postes paras sujetar la techumbre, hornos para el pan, cerámicas,  huesos, y una cisterna tallada en la roca con capacidad para miles de litros de agua. El poblado agrícola-ganadero siguió vivo durante la ocupación romana y perduró un tiempo durante la Edad Media. En el contiguo pueblecito de Navaridas se abrió un Centro de interpretación.

Desde la cima del antiguo poblado contemplamos todo el mapa de la Rioja Alavesa, con la calcárea Sierra de Toloño por el norte, el otero de Laguardia por el Este, sobre el que saca la cabeza el león dormido de La Población, y en el amplio somontano todo un océano de viñas otoñadas en tierras llanas, con algunas lomas y algunas cordilines, cubriendo breves rodales de pinos los pocos calveros -altillos y cabezos- que rompen la regla general del terreno.

Las viñas de vino blanco están presentes con las variedades de viura (predominante), malvasía, garnacha blanca, maturana blanca, turruntés, chardonay, sauvignon blanc y verdejo. Las de vino tinto se llaman tempranillo (predominante absoluta), garnacha tinta, mazuelo, graciano y maturana tinta.

Cuando las moléculas de la clorofila de las hojas viajan hacia las partes leñosas de los sarmientos, aparecen otros pigmentos, mezcla de azúcares con otras sustancias de la planta: los antocianos (rojos y morados), los carotenoides (anaranjados) y los flavonoides (amarillentos), que tienen funciones protectoras y absorben el exceso de radiación de la luz ultravioleta. Y así las parras de las viñas de uva blanca se visten con el color de sus vinos: pálido con reflejos verdes, amarillo pálido-verde, oro, oro viejo, canela rojizo, amarillo marrón y marrón (castaña). Mientras las hojas de las cepas de uva negra o tinta estallan en colores vivos y fuertes, como púrpura (rojo con tonos morados), rubí, granate (con matices naranjas y morados), o teja (más marrón que roja. Qué regocijo de colores. Qué rebullicio de vida vitícola en toda la Rioja alavesa, que irá apagándose dia tras día hasta los segundos fríos invernales.

Desde aqui vemos la doble torre parroquial de Elciego, pero no la bodega de los Herederos del marqués de Riscal (Hurtado de Amézaga), que llegó desde Burdeos a La Rioja, con todas las técnicas francesas, en 1856. Allá vamos. Pero antes comemos, como Dios manda, unas uvas tempranillo, dulces como la misma dulzura, y lleno una bolsa con las que me durarán dos semanas. Hay entre los liños muchas por el suelo, aún sin pudrir. Llegamos hasta la famosa bodega  y nos parecen bellas, como siempre, las planchas de titanio de Frank Gehry, que simbolizan sobre el nuevo hotel adjunto, como banderas al viento y al sol, los varios vinos tintos que elaboran (rosa), la malla de las botellas de la casa  (oro) y la cápsula de las mismas (plata). Pero, comparados con los colores de las viñas, tienen poco que competir. Hay mucha gente que aparca en el patio de los perales y entra a visitar la bodega. El regato no tiene apenas agua, pero la exhuberante vegetación  se mantiene en pie.