El Abrigo mesolítico de Unzué

 

         El primer día de noviembre parece el primero de mayo. El nuevo parque o parqueo de coches de Unzué está situado cerca y debajo del pueblo, donde hay una fuente de hierro, unas mesas de madera, pero falta una papelera. Desde allí  los caminantes se dirigen bien hacia la Peña de Unzué, donde un día lejano nos dio unn buen susto una batida de cazadores de jabalí; bien, más hacia el norte, hacia el Abrigo mesolítico.

Subimos por una pista de cemento y de tierra prensada a partes iguales, pasando por encima de otra fuente y aska de piedra, y pronto comenzamos a bajar hacia el barranco de Artusia (sitio de encinas o carrascas), que se precipita desde el macizo de EL Carrascal (Arrondoa) hasta fundirse con el Oricin cerca de Mendibil. Una prieta vegetación lo acompaña y unos chopos, todavía bien vestidos, lo adornan en su curso llano. El sendero es un tanto inestable, pero primorosamente preparado para los visitantes, con escaleras de madera y soga de mano en los tramos más dificiles, y varios paneles explicativos al comienzo y final de la ruta. Bajamos con cuidado por la ladera entre pinos, arces, encinas,  rosales silvestres, hollagas, saúcos, yezgos, cornejos, endrinos, zarzales, yedras. hierbas altas… Tenemos delante de nosotros la sierra bravía de El Carrascal, en la que  emergen algunas grandes rocas, que quizás un día propiciaron igualmente abrigos humanos. La cima está también erizada de rocas y en la más alta de todas se levantó un día la ermita de san Bernabe, que bendice todo el somontano de la sierra de Alaiz y parte de la Valdorba.

Pronto vemos una cornisa de rocas en la parte inferior de la sierra, donde se hunde el regatón, ahora sin una gota de agua. Son todavía visibles los restos del viejo molino -el Errotalde de los paneles-. Se descubrió el Abrigo en 1996, y en las dos campañas de 2009 y 2010 lo estudiaron arqueólogos navarros, madrileños, salmantinos, burgaleses, que compusieron un vídeo ejemplar para RTVE. Parece que fue aprovechado por el hombre entre los años 7.500 y 6000 a. C, en el Mesolítico. En una primera fase, desde el final de la última glaciación, pedominó el bosque atlántico mixto. Más tarde, hacia el 6.500, gran parte de la masa arbórea desapareció en un clima de aridez y enfriamiento, con menos agua y recursos vegetales, y con expansión de coníferas y gramíneas.

En las excavaciones se encontraron abundantes útiles de sílex (procedentes del Perdón y de Urbasa), raederas, buriles y raspaderas. En lugares de hogueras, acondicionadas por círculos de piedras y cubetas, restos de pinos, enebros, avellanos, encinas, sauces, robles, chopos y olmos. Así como restos de caballos, uros, cabras, rebecos, ciervos, corzos, jabalíes, zorros, gatos monteses y conejos.

Nos quedamos un rato contemplando el roquedo polícromo, muy trabajado ya por los aqueólogos, que buscan en sus diferentes capas los secretos medioambientales y culturales. Salpican las rocas los pequeños agujeros de las raíces arrancadas de las yedras y otras parietarias leñosas, junto a otros mayores de la excavación cientifica. El Abrigo mide 35 metros de longitud, protegido por una roca con visera sobre el cauce del río, de 3´5 m., anchura de 6 m. y otros tantos de fondo. No fue habitat continuado, sino de manera estacional (verano y otoño), cuando el río lo dejaba despejado, como refugio y campo base de caza, que tenía  como dominios de expansión la sierra de Alaiz y el ámbito más fértil de la Valdorba.

Por la Valdorba termimanos la jornada, con parada en el Cristo de Catalain, y con un refresco frente al imperio rectilíneo de Viguetas Navarras, en dominios, ya chinos, de Barasoain.