Vuelvo a uno de mis estribillos. La encuesta mundial organizada por la Federación Bíblica Católica, llevada a cabo hace un año, con motivo del Sínodo sobre la Palabra de Dios, reveló, como era de temer, la profunda ignorancia entre los católicos de las verdades elementales de la Biblia, hasta llegar a tener a Jesús de Nazaret como autor de algún libro bíblico o hacer de Pablo un evangelista. España, como era de temer igualmente, consigue el lugar más bajo en el índice de conocimiento de la Biblia entre los países europeos: un 17%. Lo que explica, en la medida correspondiente, ciertos acontecimientos dentro y fuera de la comunidad eclesial en España, y ciertos vacíos -no quiero exagerar- en el campo actual de nuestras letras, artes, historia, política y religión. Cuando nos falta el léxico de nuestra cultura occidental (Paul Claudel), algo muy nuestro nos falta.