Todos estos días, mi lectura literaria son las numerosas cartas de Lope de Vega Carpio, como preparación para uno de los capítulos de mi serie acerca del clericalismo -anticlericalismo en la historia de España. Lectura apasionante, pues se trata de una especie de diario-síntesis de la vida política, cultural, literaria de la España de la primera mitad del siglo XVII.
En la última de las cartas que acabo de leer, Lope le dice a un amigo residente en la ciudad-corte de Valladolid, que, si Dios le guarda el seso, no quiere ir a vivir a esa ciudad: no más corte, coches, caballos, alguaciles, músicas, rameras, hombres, hidalguías, poder absoluto y sin p[utos] disoluto, sin otras sabandijas que cría ese océano de perdidos, lomos de pretendientes y escuela de desvanecidos. ¡Y lo dice el cortesano Lope, siempre a la búsqueda de nombramientos y bicocas regias, servidor servil toda su vida de varios nobles, especialmente del duque de Sessa, de quien no consiguió siquiera ser secretario oficial… !
Al final de la carta, le da consejos a su amigo sobre su posible casamiento: porque es una cárcel de la libertad y una abreviadura de la vida, y quien se casa por cuatro mil [alusión a los ducados de la dote de la novia] dará dentro de pocas horas cuarenta mil por no se haber casado. ¡Y lo dice el faldero mujeriego y farandulero Lope, casado, viudo y vuelto a casar, y, además, clérigo!