Se encienden las luces de Navidad por todas partes, no solo en Vigo. Y se ven algunos adornos en comercios y en algunas casas e instituciones. Muchas menos, por ejemplo, que en Alsacia o en Alemania. Entre nosotros van despareciendo poco a poco los motivos religiosos, y apenas aparece el Misterio, el Pesebre, el Portal. Me acuerdo de aquel genial villancio de Miguel D´Ors, que gime:
Mucha luz, pero sin Niño,
ni Virgen ni San José.
Que todos sepan que hay fiesta
y nadie sepa por qué.
Pero, por desgracia, quizás más que eso. Porque muchos de los que hoy nos rigen, en todo el amplio sentido del término, saben que antes de la Navidad cristiana existió, tal vez desde el Paleolítico, la Fiesta de la luz, del solsticio y fin de año, las Saturnales en el Imperio romano, etc. Y que la Navidad cristiana se insertó durante el siglo IV , el 25 de diciembre, en el Día del Sol, constituido el año 274 por el emperador Aureliano, queriendo cambiar el día del Sol Invictus por el Sol Justitiae (Jesucristo). Que así fue en todo el Imperio desde el año 380, cuando el emperador hispano Teodosio, por el edicto de Tesalónica, declaró oficial en el Imperio la religión cristiana.
Se trata, pues, de que las luces no simbolicen ya la Navidad cristiana, sino las luces del solsticio, las luces de fin del año, de las Saturnales, tal vez del Día del Sol.