Pocas maneras de celebrar la fiesta del gran misionero navarro que celebrar al mismo tiempo la presencia, cada día mayor, de inmigrantes en nuestra Iglesia de España, incluso en los puestos de mando, es decir, de servicio- ¿Qué mejor respuesta, a cinco siglos de distancia, a lo que él hizo y dijo en la India, en el Japón, en Indonesia, en Malaca?
La sociedad española y su Iglesia se nutren cada día más con la aportación cultural, espiritual y existencial de los que un día emigraron de sus países nativos. Muchos de ellos ocupan hoy puestos de decisión y enriquecen la catolicidad desde la pluralidad.
Como la venezolana Aniuska Coromoto Aponte Vargas, desde 2013 superiora general de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, con sede en Valencia, y vocal desde el pasado mayo del Consejo general de la CONFER (Confederación española de religiosas y religiosos).
Como la congoleña y durante 30 años misionera en Venezuela, Alphonsine Kitumua, desde 2015 superiora general de las Misioneras de Cristo Jesús, con sede en Madrid.
Como Jennifer Gómez Torres, colombiana de 37 años, quien, después de sus estudios en Alemania, llegó en 2015 a Madrid y hoy es la responsable de las Migraciones de la CONFER, mientras completa su formación en la Universidad jesuítica de Comillas.
Como el sacerdote venezolano Jesús Andrés Pérez, que colabora en la Pastoral Social y de Migraciones de Madrid, mientras se prepara con otros paisans suyos para fundar en Caracas el Instituto Teológico, embrión de una futura Universidad católica.
Com la religiosa mexicana Lleticia Gutiérrez, durante muchos años secretaria ejecutiva de la Dimensión de la Movilidad Humana del Episcopado mexicano, y desde 2018 delegada de Migraciones de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, con una fuerte influencia en toda la sociedad civil y municipal de la ciudad y de la provincia durante todo el año.
Como la argentina Laura Moreno, laica de la Institución Teresiana, responsable en su país de la Delegación de la Juventud de la Conferencia Episcopal, que lleva 15 años en España y desde 2019 es reponsable de la Delegación de jóvenes de la archidiócesis de Madrid.
Como el también argentino Lucas Oviedo, que llegó en 2011 a Cáceres por amor, se casó con una cacereña, volvió a la religión de sus padres y ahora impulsa en la ciudad extremeña un proyecto innovador catequético para niños.
Y, como ellos, muchos más.