Recorriendo las calles de la ciudad romana de Ostia Antica -la mejor conservada junto con Pompeya y Herculano-, encuentro, adosada en uno de sus muros, fuera del cementerio, una pequeña lápida de marmol rectangular, con esta lacónica inscripción, que me conmueve como pocas:
Claudiae puellae filiae meae dulcissimae
quietus pater.
¿Quiere decir que se trata de un padre sereno, tranquilo? ¿O de un padre meramente resignado? ¿O, más bien, paralizado por el dolor y la pena?