Ese cáncer ETA-HB

 

         Voy terminando la lectura de las Memorias de José Antonio Osaba, a las que me referí hace unas semanas. Cuando vuelve a su País Vasco natal de sus innumerables viajes por Asia, África y América al servicio de la Cooperación católica francesa, se encuentra con el monstruo de ETA-HB. Él lo llama, más precisamente, cáncer. Y escribe en Deia, 21 de julio de 1986, entonces dirigido por su amigo el peneuvista Félix García Olano, un artículo, verdaderamente antológico, digno de grabarse en mármol, titulado Ese cáncer: ETA-HB. He aquí algunos párrafos:

    – Con el cáncer no se negocia, se lo extirpa. Existe, primero, un problema de diagnóstico y después de acierto en el tratamiento. Solo cuando la enfermedad se ha apoderado del organismo, o cuando este carece de fuerza  o de convicción para defenderse, resulta imposible su curación. La muerte es el único y fatal desenlace.

Las sociedades humanas, los pueblos, padecen a veces situaciones patológicas comparables a las del individuo. Esta es hoy sin duda, la realidad de Euskadi. Nuestro cáncer es el grupo mafioso y totalitario de ETA y su marioneta política Herri Batasuna.

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Pero el franquismo desapareció hace diez años y el pensamiento de Sabino Arana ha sido básicamente racionalizado a través del ideario humanista cristiano del PNV. Solo queda, para explicar la persistencia del mal,  la ideología totalitaria del marxismo-leninismo y su proyecto “revolucionario”

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Sin embargo salta a la vista que, día a día, crimen a crimen, este pueblo nuestro va rindiéndose a la dramática evidencia. Sí, ETA es el cáncer surgido en nuestro cuerpo vasco. Nunca a lo largo de nuestra historia padecimos nada semejante, nada tan grave. Quizás por ello nos sea más difícil defendernos, como de las sin precedentes inundaciones de agosto de 1983.

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Al cáncer ETA-Herri Batasuna hay que hacerle frente desde los valores morales que han configurado los rasgos de identidad de nuestro pueblo: el humanismo cristiano y la propia del socialismo democrático. Esas dos corrientes que, como dos ríos fecundos, aunque tantas veces paralelos, han regado y nutrido el corazón y la mente de tantas generaciones de vascos, pueden acoger en su seno a otras inspiraciones democráticas y humanísticas, presentes en grupos minoritarios.

En nombre de esta esencia, fundamentadora de nuestro ser nacional, hay que salir a la calle, hay que manifestarse ante las sedes de los que con sus votos manchados de sangre, dan su apoyo a los que asesinan impunemente.

Dios mío, ¿quién escribía así, en esas fechas, en Euskadi?