Ateos y creyentes discuten sobre Dios

 

            Escribí hace unas semanas un artículo de divulgación para un diario regional sobre la serena y amigable polémica acerca de la existencia de Dios entre el teólogo alavés Jesús Martínez Gordo y el ingeniero vizcaíno Alejandro Sota, y se lo mandé, para que me lo revisara, a mi alumno en el Colegio del Puy de Estella, en aquellos años, Juan Arana, y después hasta su reciente jubilación, reconocido catedrático de filosofía y filósofo en la universidad de Sevilla, experto en estas lides. Tras darme, generoso, el pase, me envía unos  breves comentarios.

Por ejemplo, aunque ve a los españoles menos propensos que los anglosajones a exponer, a discutir y hasta a cambiar de opinión, le parece que ambos contendientes en este alto pleito pueden salir agradecidos, si salen avisados de que necesitan fundamentar mejor su fe propia o confortados  por acertar de hecho con los mejores argumentos.

Por otra parte. mientras muchos creyentes piensan que no es tan importante demostrar la existencia de Dios, pues lo que importa es alcanzar la fe, para lo cual no basta solo la razón, la mayor parte de los ateos se creen investidos de toda una batería de evidencias para echar por tierra a quien niegue su negación. pero les pierde esa misma confianza, porque les hace ser descuidados, repetitivos, nada originales y, sobre todo, poco respetuosos con la verdad de los hechos. Sin ir más lejos, su pretensión de que entre la religión cristiana y la ciencia moderna ha habido una oposición radical es un absoluto infundio.

Y lo dice quien ha coordinado una obra colectiva en cuatro volúmenes sobre las convicciones últimas de los más grandes científicos, de cuyas 2.000 páginas se desprende que una mayoría cualificada de ellos era creyente, y no precisamente de los más tibios (empezando por Galileo, cuya fe casi con seguridad era bastante mayor que la de papa que le hizo condenar).