Por la mañana, el ejemplo del franciscano que celebra la misa de once y media en la Basílica de San Francisco el Grande, uno de los templos más lustrosos de la cristiandad. Dice la homilía entre los bancos de los feligreses a los que se dirige por su nombre propio. Y saluda cuando ve a alguien nuevo, como hoy a una joven pareja polaca con un niña pequeña.
Y por la tarde, visita emotiva al convento de las Trinitarias Descalzas, donde fue sepultado Cervantes y donde profesó Marcela, la queridísima hija de Lope de Vega, que la tuvo de la actriz Micaela de Luján. Y también a la vecina iglesia de San Sebastián, lugar histórico-artístico relacionado con muchos de los talentos más relevantes de nuestras Artes y de nuestras Letras, y donde fue enterrado el Fénix de los Ingenios.