Sinodalidad y primacía en la Iglesia

 

           Sinodalidad y primacía en el segundo milenio y hoy es el título del acuerdo entre los altos representantes de la Iglesia Católica y del Patriarcado Ortodoxo de Constantinopla, reunidos a primeros de junio de este año en Alejandría (Egipto), conocido también como Documento de Alejandría. Era el décimo quinto encuentro, desde su fundación en 1979, de la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.

En el documento se analiza meticulosamente la historia de  la unidad en la diversidad de la Iglesia durante el primer milenio, hasta llegar a la triste división tras las excomuniones de 1054, las cruzadas y la toma de Constantinopla por los cruzados.

Ya no vale tampoco aquel texto, también divisor, del IV concilio de Letrán (1215), no aceptado por los patriarcas orientales, de que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, tiene una primacía de potestad ordinaria sobre todas las demás Iglesias, en cuanto es madre y maestra de todos los fieles de Cristo.

Al comienzo del tercer milenio, se llama  a una comprensión auténtica de la sinodalidad y la primacía en la iglesia: La iglesia no se entiende correctamente como una pirámide, con un primado gobernando desde la cúspide, pero tampoco como una federación de Iglesias autosuficientes. (…) Para los católicos romanos la sinodalidad no es meramente consultiva, y para los ortodoxos la primacía no es meramente honorífica.

Tras el Concilio Vaticano II, que abrió nuevas perspectivas al interpretar el misterio de la Iglesia como un misterio de comunión, el actual Sínodo de la Sinodalidad, el super sínodo a punto de abrirse en Roma, puede ser un paso decisivo en la larga marcha de la unidad, que va avanzando poco a poco con la simpatía y hasta, a veces, con el entusiasmo de la mayoría de las Iglesias.