“Devolved a Dios lo que es de Dios”
(Mc 12. 13-17: Mt 22, 15-22; Lc 20, 20-26)
El evangelio-antievangelio de Marcos
presenta el reino de Jesús
como un cambio inminente del poder
-el de la agenda imperial de los Flavios-
por la llegada del imperio de Dios.
Tras el conflicto del Templo, enemigos de Jesús,
fariseos y herodianos (el partido de Herodes), según Marcos,
buscaban contestar la autoridad del Maestro
enfrentándole a Moisés, al Templo y al mismo poder de Roma.
Así lo cuenta el primer evangelista
-arte teológico más que historia genuina-,
situando la escena en el atrio de la casa de Dios
y a la vez el lugar de conflicto
con los inicuos dirigentes de su pueblo.
Con palabras halagüeñas y falaces le preguntan
si es lícito pagar tributo al César:
-¿Pagamos o dejamos de pagar?
-¿Por qué me tentáis, hipócritas? Traedme un denario que lo vea.
(…)
.¿De quién es esta imagen y la inscripción?
-Del César.
-Devolved al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios.
Del César dependía su vida y su poder:
él nombraba los reyes, los tetrarcas, los sumos sacerdotes…
Con mucha mayor razón hay que devolvérselo a Dios,
el genuino creador y señor del mundo,
muy por encima del César.