Los cipreses del cementerio

 

            Vamos y venimos, estos días, a/de los cementerios -dormitorios, en griego-, los benditos camposantos, como los llamábamos en tiempos. En la parte nueva de de Pamplona, cada vez quedan menos nichos ocupados, y, por lo tanto, cada vez hay menos gente y menos flores.

Pero quedan todos los cipreses, siempre fieles, siempre enhiestos, siempre vigilantes. Cupressus sermpervirens pyramidalis es su nombre de pila linneana. Otros los llaman  Cupressus italica, por haberlos visto en la vía Appia, junto a los monumentos fúnebres  de la Roma antica, y junto a cualquier monumento singular. Era ya en Grecia un árbol sacro, consagrado al dios Hades, dios de la muerte. Los judíos los  utilizaron para levantar el Templo de Salomón, y hasta se decía que el arca de Noé estaba hecha de esa madera imputrescible. Los romanos, según Horacio, envolvían los cadáveres de sus seres queridos con ramas de ciprés.

Solemos ir cada vez menos a los cementerios. Y, cuando, vamos, vamos casi siempre de prisa y corriendo. Tal vez nos aquietamos un poco porque vemos que los cipreses están allí, que ellos no faltan, que ellos no tienen prisa. Sus raíces son horizontales y alargadas, bien ancladas en la tierra: arraigadas. Sus troncos son anchos, rectos y altos, resistentes al calor y al frío, bien adaptados a suelos ácidos y básicos, con cortezas lisas y delgadas, de color pardo oscuro. Sus ramas tetragonales, compactas y prietas, de las que cuelgan como joyas naturales los recios y lustrosos estróbilos o conos, masculinos y femeninos. Sus hojas o ramillos tienen forma de escamas. Su follaje es denso, vertical, verde oscuro mate, que los hace discretos, firmes, serios, pero no lúgubres, ni tétricos, ni funestos.

Los poetas los compararon y comparan con los monjes y sus cogullas. Otros con cirios, candelabros, hachones y luminarias. Monjes de silencio y votos perpetuos.  Luminarias de dirección y transcendencia Enhiesto surtidor de sombra y sueño, y flecha de fe y saeta de esperanza, describió al protociprés de Silos el cántabro Gerardo Diego.

Mejor que cualquiera representáis, cuidáis, protegéis, acompañáis a nuestros muertos.