Uno y otro, «botifler»

 

               Lo ha dicho ese político socialista, presidente del Gobierno de Castilla La Mancha,  tan valiente por su actitud y actuación dentro de su partido actual, que pasa por ser heroico. Opuesto siempre a la previsible y ya anunciada ley de Amnistía a los independentistas catalanes y a otras bicocas mayores -referéndum- o menores -condonación de deuda et alia-, acaba de declarar que uno de los dos grandes protagonistas de los pactos forzosos para hacer posible la investidura sanchista, el actual presidente del Gobierno en funciones y el prófugo de la Justicia, otrora presidente de la Generalitat de Cataluña, terminará por ser tenido como botifler. Dicho con el lenguaje arrojado en Cataluña por los austracistas, maulets, vigatans o aguillots, partidarios de Carlos VI de Austria, contra los borbonistas o partidarios de Felipe V, durante la guerra de Sucesión: todo un traidor (de beauté-fleur de lis).

Duro calificativo, en todo caso. Ya hace tiempo que los más fervorosos partidarios independentistas catalanes apodan así a su hasta hace poco ídolo político, Carles Puigdemont, desde que negocia con Sánchez la investidura de este, y ya es habitual apodar así al actual presidente español en funciones hace ya mucho tiempo.  Page se queda corto. El descalificativo del XVIII no agraviará a uno de los dos, sino que los agravia a los dos, ya desde ahora.

Una muestra más, triste y hasta dolorosa, de la degradación de la política española, más degradada que nunca. La gente ha vuelto a  protestar ante la sede del partido del Gobierno en Madrid, con motivo esta vez de la ley de amnistía, como en otras ocasiones ante la sede del Partido Popular. Y no hay ocasión en que el presidente del Gobierno en funciones no sea abucheado en la calle, en cuanto el público tiene un espacio para poder hacer llegar hasta él sus decibelios.