El «irresponsable sin escrúpulos»

 

                       No sólo es el fondo, sino la forma. No sólo la motivación -el interés personal, partidista y bloquista-, sino  las largas y perniciosas consecuencias. No sólo el lugar – fuera de España, en el refugio  del prófugo en Bruselas-. sino el cómo: al dictado del mismo prófugo, fruto de un chantaje, a escondidas y ocultándolo todo hasta el último momento. Tras votar los militantes del PSOE por todo eso como necios, sin saber qué votaban, pero sabiendo que no sabían, y sabiendo que la cosa no dependía de ellos, sino de unos delincuentes que ellos hasta el mes de julio habían ayudado a detener, a juzgar, a condenar  y a encarcelar con sus sus votos, su disciplina, los trabajos de su partido, con su lealtad  a la Constitución y con su amor de la patria común, que los hace libres e iguales, y a la  que sus actuales socios insultan, desprecian, abominan e intentan cada  día socavar y derribar. Y no precisamente, como les dictan desde su interesado directorio: en el marco constitucional .

Son tales y tantos los disparates, y detrás de cada uno de ellos un ridículo, que no caben en unas pocas páginas,. No por nada  las instancias más prestigiosas de la nación, han amontonado juicios, críticas, comentarios, como nunca se habían escrito ni publicado, y donde cualquiera puede encontrar allí un argumentario técnico y político satisfactorio.

Porque, además de la inconstitucional amnistía y la promesa injusta de la excepción fiscal a Cataluña, que ha levantado las iras de todas las Comunidades de régimen común, están las promesas del reconocimiento nacional de Euskadi y Cataluña, claramente inconstitucional, si de nación política se trata, como quiere y exigen cada día separatistas y confederalistas. Y están los dos mayores ridículos y absurdos al mismo tiempo: el de someter al Parlamento de Cataluña  el control de los acuerdos Puigdemont-Sánchez, lo que quiere decir también en definitiva el control del Parlamento Español, y el de someter a la inspiración, orientación, modulación, vigilancia y autoridad de varios mediadores internacionales todo el proceso de troceamiento de la nación española, porque, aunque no somos Mozambique ni el Líbano, tampoco queremos ser el Ulster, con quien de verdad quieren compararnos.

Los responsables son varios, como sabemos. Pero el primero no es otro que aquel a quien el ahora boletín resignado o complaciente del Gobierno sanchista, hace ya siete años llamó en aquel célebre séptimo editorial, siendo Antonio Caño su director, irresponsable sin escrúpulos. ¡I tant!